La construcción de un centro de datos de la empresa británica FMI Minecraft Mining LDT para minar criptomonedas ejemplifica la irracionalidad del manejo de algunas políticas energéticas. De un lado, un proyecto faraónico que pretende gastar por sí solo el equivalente a lo que consumen entre 3 y 4 millones de hogares. Del otro, quienes habitamos en estos hogares, que aún no sabemos si habrá energía para calefaccionarnos durante todo el invierno. En el medio un Estado que gasta fortunas en subsidios a la extracción de gas y un proyecto que vuelve a poner en el centro la pregunta de para qué se usa la energía.
Megaminería de algoritmos
El proyecto de la empresa FMI Minecraft busca
construir un centro de datos para la minería de criptomonedas en la Zona Franca
de Zapala, en la provincia de Neuquén. En su página web la empresa destaca por qué elige ese
lugar. Primero marca la accesibilidad logística, los bajos precios de la
energía en la Argentina y el no pago de impuestos al establecerse en una zona
franca. Lo que llama la atención de sus destacados –es un decir, porque en
realidad los cuatro highlights del proyecto son lo único que la página tiene
disponible– es que remarcan la cercanía con la formación Vaca Muerta, dato que
para la empresa implica “una capacidad de expansión ilimitada”.
De acuerdo al sitio Data Center Dynamics, el alto consumo energético de este tipo
de proyectos se debe a que “quien mina ejecuta un mismo algoritmo matemático
permanentemente, pero su capacidad de recibir ingresos depende de encontrar la
solución a ese algoritmo primero, antes que los demás”. Esto provoca una
constante competencia que requiere de máquinas más rápidas y un gran procesamiento
de datos. Para esto se crearon los centros de datos (data centers, en la jerga) que operan a tiempo completo y cuentan
con procesadores de alto desempeño que, interconectados, pueden hacer
transacciones de manera constante. También se las conoce como “granjas”,
emulando la idea del feedlot: una máquina al lado de la otra trabajando para crear
valor, de la misma manera que es utilizado el ganado.
Para poder sostener su demanda energética, la granja
necesita la construcción de dos ductos, que lleven el gas desde las áreas de
extracción en Vaca Muerta hasta unas turbinas que lo convierten en
electricidad. Ya están firmados los memorandos de entendimiento con las
empresas Camuzzi y Transportadora de Gas del Sur para su construcción.
Según le informó la empresa al gobierno neuquino, importarían
más de 23.000 máquinas, similares a una CPU, que comenzarían a operar en 2023,
dando trabajo a unas cien personas.
Según confirmó Fernando Montero, CEO de la Zona Franca de
Zapala, el proyecto está dividido en tres etapas. La primera busca generar y
consumir 114 MW de potencia; la segunda 250 MW; para llegar finalmente a una
potencia instalada de 1 GW. John Blount, presidente de FMI Minecraft, dio más
detalles sobre el proyecto en la revista Impacto Económico. Ahí no hizo referencia a la tercera etapa,
sino solo a las dos primeras, que tendrán una inversión de 20 millones de
dólares cada una.
La localización de este tipo de granjas en la
Patagonia argentina obedece a dos factores fundamentales. Por una parte, su
condición de zona fría hace que se reduzcan los costos de refrigeración de las
sobrecalentadas máquinas que operan durante todo el día. El otro tiene que ver
con los costos de la energía. Según cuenta en el mismo reportaje Daniel
Contreras, de la empresa eléctrica Kolff, existe mucha minería de criptomonedas
en América Latina “pero se muda hacia donde la energía sea más barata. El año
pasado se cerró mucho del minado en China por falta de energía y gran parte de
esta actividad vino a Latinoamérica, donde el costo energético es más bajo”.
Estos factores son la razón por la cual también
explotó la minería de criptomonedas en la provincia de Tierra del Fuego. Según
la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA), cerca de
un cuarto del consumo eléctrico de la provincia entre agosto y octubre del año
pasado fue usado por granjas. Esto puso al sistema eléctrico de la provincia
“al límite”, según reconoció su secretario de Energía. En enero, el gobierno
nacional publicó la Resolución 40/2022 para establecer un nuevo encuadre
tarifario para los usuarios que habían sido identificados como mineros de
criptomonedas en Tierra del Fuego, por la cual deben pagar entre tres y cuatro
veces más que los usuarios residenciales.
Mientras las granjas más grandes están comenzando a
ser reguladas, aún es muy difícil discriminar quiénes están utilizando
electricidad residencial subsidiada para hacer pequeña minería. A eso se suman
los posibles desarrollos que consumen gas: además del proyecto de FMI Mining,
Exxon Mobil anunció a la Argentina como uno de los cuatro países donde
pretenden dar continuidad a un plan piloto de minería de criptomonedas con
excedentes de gas que iniciaron en Dakota del Norte (Estados Unidos). La quita
de subsidios al gas para estos proyectos sería una medida congruente con la
tomada en Tierra del Fuego. Sin embargo no resuelve el problema del derroche
energético.
Agrandar la grieta energética
De cumplirse la tercera etapa de construcción de la
granja de FMI Mining, se convertirá automáticamente en el mayor consumidor de
electricidad del país. Para hacer la comparación, actualmente el mayor usuario
individual es, por lejos, la fábrica de aluminios ALUAR, ubicada en Puerto
Madryn. En marzo consumió 297 GWh y su influencia es tan grande en el sistema
eléctrico que las estadísticas públicas entregan su información “con” y “sin”
ALUAR, para no verse distorsionadas. De acuerdo a la potencia instalada, el
proyecto de FMI Mining podría gastar hasta 720 GWh. Son números siderales: si
la granja hubiese usado esa electricidad en marzo de este año, equivaldría al
15% del total del consumo Mercado Eléctrico Mayorista. Aún si no se cumpliera
la tercera etapa, el proyecto seguiría siendo energívoro, consumiendo 180 GWh,
la mitad de todo lo que consume la industria en la provincia de Neuquén.
La cuestión del sobreconsumo energético de estas
granjas ocurre en un momento en que no sabemos si va a haber suministro
continuo de gas durante el invierno, debido a que los niveles de extracción a
nivel nacional no alcanzan a cubrir la demanda y el gobierno ya anunció que
podría recortar a consumidores industriales. Además de la poca disponibilidad
de recursos energéticos, están las injusticias en su reparto. Cerca de un
tercio del país se considera bajo la línea de la pobreza energética, medida
como el uso de más del 10% de los ingresos familiares para pagar los servicios
básicos. Todo esto está cruzado por fuertes desigualdades: mientras los hogares de ingresos más
altos destinan el 8% de su presupuesto al pago de servicios energéticos, los
hogares de ingresos bajos destinan un 22%.
Cuando se inició la explotación con fracking en Vaca Muerta, los discursos del gobierno y las
empresas decían que serviría para traer soberanía al país. Ese “bien mayor” ha
justificado tanto los subsidios como los impactos sociales y ambientales que
acarrea. Dentro de ese marco, ¿qué lugar tiene un proyecto creado para la
especulación financiera, que no deja impuestos ni puestos de trabajo? Es un
problema que va más allá del lugar que pueden tener las criptomonedas en la
economía actual, porque se puede hacer minería en una nube, pero la energía que
consume no es algo abstracto. Es un bien común finito, que hoy está en un
estado crítico.
Esta fiebre del oro electrónico vuelve a poner en el
centro del debate la cuestión de para qué usamos la energía. Durante los
últimos años algunos sectores vinculados al gobierno y a la oposición por
derecha han buscado limitar el debate energético centrándose solo en las
fuentes. En ese marco, todo nuevo proyecto que genere energía –ya sea
hidrocarburos, nuclear, renovable, o hidroeléctrica– es visto de manera
positiva, cercenando un debate que deja ver solo un aspecto del sistema
energético. La irracionalidad del consumo de las granjas de minería de
criptomonedas permite transparentar ese otro lugar del que no se habla: los
desmedidos consumos de algunos sectores que solo reproducen desigualdades
sociales y aumentan los impactos ambientales. Una transición energética tiene
que empezar por discutir a esos sectores.
Fuente: https://opsur.org.ar/2022/05/09/un-delirio-energivoro/