“No
hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente
humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en
una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo
infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las
ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño
hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados
conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que
en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante
la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la
seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas”.
Esta
cita casi profética la encontramos en el cuento “La llamada de
Cthulhu” de Lovecraft. Resulta ser una advertencia bastante actual,
especialmente en estos momentos donde la humanidad se ha entregado a
una carrera tecnológica sin control que sobrepasa cualquier límite:
investigaciones sobre el genoma humano, clonación, organismos
modificados genéticamente, doctrinas transhumanistas (teorías de la
confusión de género), etc., se han convertido en amenazas muy
reales que el famoso creador del “panteón oculto” ya denunciaba.
El
panteón oculto
Quizás
el tema más importante alrededor del cual gira toda la obra de
Lovecraft sea el “panteón oculto” del cual habla en sus libros,
siendo este una especie de vestigio de una civilización arcaica
desconocida que existió en tiempos inmemoriales, una caja de Pandora
que, una vez sea abierta, provocará graves males que casi siempre
resultaran fatales: Nyarlathotep, Yog-Sothoth, Azathoth, Dagon y
Cthulhu, al igual que muchas otras entidades y dioses adorados por
cultos inmemoriales que continúan existiendo en secreto hasta
nuestros días. Las obras de Lovecraft tratan precisamente de lo que
sucede cuando se rompe este secreto debido a que el héroe principal
(o los protagonistas) vislumbra o atestigua sucesos extraños que
rayan en lo sobrenatural y que despertará todo su interés. Será
precisamente esta ansia de curiosidad, o sus efectos, lo que
provocará no solo la perdición de nuestro héroe, sino también la
de la misma humanidad: “Hay horrores que rebasan los confines
mismos de la vida y que ni siquiera sospechamos, y sólo de vez en
cuando la maligna curiosidad humana los pone a nuestro alcance”. La
curiosidad es el elemento alrededor del cual giran muchas de las
historias lovecraftianas, ya que esta desencadenará una serie de
acontecimientos horrorosos, como los que le ocurren a Françis
Weyland Thurston (el héroe principal de “La llamada de Cthulhu”),
un antropólogo interesado en retomar las investigaciones de su
recientemente fallecido tío abuelo y que consisten en el estudio de
un bajorrelieve que representa a una horrenda criatura por medio de
jeroglíficos desconocidos.
Lovecraft
se hizo famoso al crear un universo propio, entre los cuales las
criaturas y los dioses mencionados arriba se encuentran entre los más
famosos. No obstante, existen igualmente lugares importantes, como la
repugnante ciudad de Innsmouth, la cual esconde un terrible secreto,
o Arkham y la Universidad de Miskatonic. Lovecraft también hace
referencia a libros malditos como “El culto de los Gul”,
“Pnakotics”, “Unaussprechtlichen Kulten” o el famoso
“Necronomicon”, los cuales parecen estar vivos y rebelan detalles
de las vidas de sus autores. Esto último incluso llevó a muchos a
debatir si realmente existían tales libros. El “Necronomicón”
es quizás el libro más emblemático, ya que se menciona en varias
partes de los mitos de “mito de Cthulhu”, aunque también se
habla de él en películas como Evil
Dead. No obstante,
podemos decir que los relatos cortos de Lovecraft siguen un patrón
muy concreto que se repite a menudo y que está basado en un
paradigma muy concreto que sumerge al lector en el universo que hizo
famoso a su autor. El contenido y la forma son inseparables,
hallándose impregnados por el horror de un universo en donde se
desarrolla y transcurre una historia: es un verdadero descenso al
infierno que casi siempre conduce a la locura o la muerte…
Una
humanidad decadente
Lovecraft
era un hombre replegado sobre sí mismo, un autor atormentado que,
mirándolo atentamente, resulta ser un pensador mucho más abierto de
lo que parece, ya que estaba muy interesado en la ciencia,
especialmente en la astronomía, siendo este un aspecto de su
personalidad que se encuentra presente en toda su obra, aunque
existen muchos otros elementos. Sus libros son un reflejo de la
realidad de su época, cuando existía una lucha entre la ciencia –
que había logrado increíbles avances (descubrimiento del cuanto por
Max Planck en 1900, la teoría de la relatividad de Albert Einstein
en 1905 o el hallazgo de galaxias fuera de nuestro sistema solar por
Edwin Hubble en 1924) – y las creencias religiosas de carácter
conservador.
Es
por esa razón que en los relatos lovecraftianos los protagonistas
intentan adoptar un enfoque científico con tal de dilucidar los
misterios a los que se enfrentan, aunque semejante enfoque no siempre
les ayuda a comprender lo que sucede (como podemos observar en “El
color que cayó del cielo”). Yendo mucho más allá del contexto
histórico que era la causa de este dualismo, podemos decir que la
ciencia tiene otro rol importante en la obra de H.P. Lovecraft, el
cual no tiene que ver con una exploración directa de su paradigma
sino como punto de partida de una idea capital que él mismo expone:
el hombre es un ser insignificante si descontamos sus grandes logros
técnicos y científicos en el campo de la astronomía y el
conocimiento del universo. H.P. Lovecraft borra de un plumazo ese
etnocentrismo propio de la filosofía de la Ilustración, pero no lo
reemplaza con un dios conocido por los hombres (salvo algunos
iniciados) o misericordioso, sino por un “panteón oculto” que
pone en peligro a toda la humanidad.
¿Es
que acaso los seres humanos nos vemos amenazados por dioses que
existen más allá del abismo del tiempo? A pesar de nuestros logros
técnico-científicos, Lovecraft responde que somos “nada”. Tal
pesimismo sobre nuestro futuro no solo fue resultado de la lectura de
uno de los autores de la revolución conservadora alemana: Oswald
Spengler, sino de sus propias ideas. La correspondencia que Lovecraft
mantuvo con Clark Ashton Smith en 1927 lo corrobora: “Estoy
convencido, y pensaba esto mucho antes de que Spengler lo demostrara
de forma académica, que nuestra era mecánica e industrial es
producto de la decadencia”. Esta decadencia también se manifiesta,
según Lovecraft, en la degeneración racial y étnica de los
individuos. Es muy bien sabido que Lovecraft sostenía puntos de
vista racistas y antisemitas, los cuales innegablemente impregnan
toda su obra: “los prisioneros resultaron ser mestizos de muy baja
ralea, y mentalmente débiles. Eran en su mayor parte marineros, y
había algunos negros y mulatos, procedentes casi todos de las islas
de Cabo Verde, que daban un cierto matiz vudú a aquel culto
heterogéneo. Pero no se necesitaron muchas preguntas para comprobar
que se trataba de algo más antiguo y profundo que un fetichismo
africano. Aunque degradados e ignorantes, los prisioneros se
mantuvieron fieles, con sorprendente consistencia, a la idea central
de su aborrecible culto” (La
llamada de Cthulhu).
Tales palabras, aunque acontecieron en un ambiente puramente
ficticio, le valdrían al autor hoy en día una visita a la sala # 17
del Tribunal de París. Este desprecio por el mestizaje va acompañado
muchas veces de un terror sobrenatural como sucede en “La pesadilla
de Innsmouth” o “El miedo que acecha”.
Finalmente,
resulta interesante que los libros de Lovecraft traten sobre un
enfrentamiento global entre el mundo moderno civilizado, adicto a los
métodos científicos y racionalistas, que es asediado por un enemigo
pseudo-arcaico. Por otra parte, lo que amenaza con aniquilar a la
raza humana no es el armamento avanzado como lo son las pistolas
laser (algo que es completamente ajeno a este autor de ciencia
ficción) sino criaturas desconocidas que poseen poderes
desconcertantes (¿mágicos? ¿científicos?) frente a los cuales
hombres decadentes deben sacar a lucir sus mejores cualidades…
El
horror que se encuentra más allá de todo
Después
de examinar cuidadosamente la obra de Lovecraft, uno se pregunta si
se trata del típico reaccionario de su tiempo. Su rechazo de la
filosofía de la Ilustración, su aversión al mestizaje y su ambigua
posición frente a la Modernidad parecen afirmar esta idea. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que el pesimismo y la misantropía
que encontramos en su vida es el resultado de un hombre que se
encontraba desclasado en un Estados Unidos cambiante. La relación de
Lovecraft con la ciencia, la cual esta impregnada de amor/odio, es
quizás la piedra angular de todos sus libros. ¿Qué diría
Lovecraft del Estados Unidos actual, que se ha convertido en la sede
por excelencia del capital financiero, desgarrado por lo peor del
liberalismo libertario (cf. Miley Cyrus) y el fanatismo? Así como el
famoso filósofo que nos enseñó a razonar a martillazos decía que
Dios fue asesinado por los hombres, se podría decir que H.P.
Lovecraft desearía que el horror dormido que habita los profundos
abismos que existen más allá del tiempo, R’lyeh, despertara de su
letargo y pusiera fin a esta época de oscuridad en la que habitan
los seres humanos…
Fuente: http://rebellion-sre.fr/hp-lovecraft-reveries-contre-le-monde-moderne/