Escolha uma Página

Publicamos una nueva traducción de un documento
inédito de Wolfgang Harich de
mano de Àngel Ferrero, en
esta ocasión una entrevista del año 1976 en la que aborda la relación entre
ecología y socialismo. A pesar de su brevedad encontramos materiales que
pensamos pueden ser útiles hoy en día para pensar la crisis ecológica. Hay
posicionamientos lúcidos contra el «optimismo científico-tecnológico» y contra
el «pesimismo sin esperanza», el «otro extremo falso» de ese optimismo sin
fundamento. Reflexiones tempranas sobre los Verdes alemanes (de los que pronto
tendremos más que decir), la evolución del bloque socialista y su posible
convergencia ideológica en ciertos aspectos con el bloque capitalista. La
vigencia de una postura «comunista» en su día, que sigue siendo pertinente para
el nuestro, y de qué raíces podría tomar sustento en la larga tradición del
socialismo marxista. Hay, sin duda, algunas cosas que querríamos matizar, que
querríamos debatir, como la insistencia en la superpoblación en tanto que
problema fundamental a nivel político (del que ya hemos hablado en otros
lugares). En cualquier caso, esperamos que este documento sirva para hacer más
rico el repertorio de textos disponibles en español de un pensador del calibre
de Harich, del que seguimos aprendiendo.

Entre los documentos legados por Harich se encuentra
una versión mecanografiada de una entrevista con la revista Positionen.
Theoretisches Magazin
 (POCH).[i] El texto, de siete páginas, contiene
diversas correcciones de Harich, que se han incluido y editado. El manuscrito
no está fechado, pero procede posiblemente de la segunda mitad del año 1976. En
éste Harich desarrolla y profundiza, en contenido y en argumentación, las tesis
expuestas en una entrevista anterior con el diario Frankfurter
Rundschau
. El título procede del editor. (Nota del editor de las Obras
Completas de Wolfgang Harich, Andreas Heyer)

Pregunta: El resultado de los dos primeros
estudios del Club de Roma, que son el punto de partida de sus propias
reflexiones en el libro ¿Comunismo sin crecimiento?, sugieren que
en lo tocante a la crisis ecológica nos encontramos a cinco minutos antes de la
medianoche. ¿Sigue manteniendo esta apreciación? ¿Confirman los nuevos
conocimientos científicos este posible Apocalipsis histórico?

Harich: Sí, cuando escribí mi libro, en
1974-1975, aún no conocía, por ejemplo, los estudios sobre las consecuencias
del uso de espráis en la destrucción de la capa de ozono de la estratosfera.
Pero no se trata solamente de los nuevos conocimientos científicos, sino más
todavía de las catástrofes reales, que, entre tanto, me han reafirmado en mis
posiciones: hablamos de Seveso[ii], de la explosión en Stavanger[iii], de una serie de espantosas averías en
barcos petroleros, de los terremotos cada vez más frecuentes en los últimos
años, etcétera. Después de todo esto estoy más convencido que nunca que de
mantenerse las actuales tendencias del desarrollo global la humanidad pronto encontrará
su propia destrucción, y ello sin una guerra nuclear, un riesgo que, pese a
todo, se ha agravado e incluso a corto plazo podría incluso ser el más
amenazador. En cuanto al Club de Roma, recientemente, en su reunión en
Filadelfia de abril de 1976, ha dado un giro de 180 grados bajo la presión de
poderosos intereses capitalistas y la advertencia directa de nadie menos que
del vicepresidente de Estados Unidos, el multimillonario Nelson D. Rockefeller.
Con la desaprobación del informe Meadows del MIT de 1972, incómodo para ellos,
el Club quiere olvidar que entonces cuestionó el sentido del crecimiento
económico. Razón de más para la izquierda para mantener viva la conciencia de
la crisis ecológica, que los gobernantes, con las condiciones del último boom económico,
aún creían poder tolerar y manipular, y que ahora, en tiempos de recesión y
creciente desempleo, quieren volver a marginar y eutanasiar.

P.: Desde el shock de
la crisis del petróleo de 1973-1974 se ha puesto en marcha una búsqueda a
marchas forzadas de depósitos de materias primas por explorar, tecnologías de
reciclaje y formas alternativas de energía. Por descontado, de este modo lo
único que puede hacerse es posponer el agotamiento definitivo de las fuentes de
energía fósiles. Tan sólo quedaría una volátil intensificación y expansión de
la investigación científica. ¿O ve posible otra vía?

Harich: No hay autoengaño más estúpido
que el optimismo científico-tecnológico, como el que se expresa en la siguiente
conclusión: «Hasta ahora la ciencia siempre ha encontrado una solución,
así que también lo hará en el futuro.» Por la misma lógica,
alguien a quien hasta ahora los médicos han logrado comprender cómo curar sus
enfermedades puede llegar a la conclusión de su propia inmortalidad. A eso
mismo se lo denomina una extrapolación inválida. De manera grotesca, se
decantan por ella como supuesto argumento quienes acusan a los Meadows de haber
extrapolado incorrectamente. Naturalmente, no quiero disputar la necesidad de
impulsar investigaciones en las direcciones que usted ha mencionado. Pero de
ello no se deriva que debamos confiar, con una credibilidad cuasi religiosa,
que este tipo de investigaciones logrará los resultados deseados en cualquiera
de los casos. Deberíamos mantener una prudente distancia y una constante
posición crítica con las alternativas que la ciencia tiene que ofrecernos. Las
formas de energía alternativas a la fisión del átomo son, por ejemplo,
inaceptables, porque los riesgos asociados a éstas superan con creces los
correctivos que prometen: aumentan la confianza en la capacidad de los hombres
para poner límites a su proliferación, reducir su consumo y renunciar, al
menos, a la simplificación del trabajo. Todo ello tiene efectos aún más
perjudiciales para la salud con un enorme incremento de la energía fósil.

P.: ¿Puede la toma de conciencia de los
problemas ecológicos basarse en citas de Marx? Marx se encontraba en el siglo
XIX en unas relaciones sociales y un contexto intelectual en el que la
orientación al crecimiento era prácticamente equivalente al progreso humano.
Desde entonces la situación se ha modificado radicalmente. ¿No deberíamos
nosotros, los marxistas de hoy, destacar la condición del hombre de su
dependencia de la naturaleza de manera mucho más marcada que Marx? ¿Ve usted la
posibilidad de que el marxismo se apropie de manera crítica de otras
tradiciones del pensamiento, también las no europeas, que han situado el
elemento de la naturaleza en los hombres más bien en el centro de sus
consideraciones?

Harich: Debido justamente a que en el
siglo XIX la contaminación medioambiental y el agotamiento de las materias
primas eran todavía problemas relativamente sin importancia y lejanos, que, en
correspondencia, la ciencia podía descuidar con una cierta justificación, puede
atribuirse a Marx aún más el mérito de que ya entonces no sólo no ignoró la
base natural de la sociedad humana, sino que ocasionalmente reflexionó de
manera netamente ecológica, antes de que existiese una disciplina científica
con ese nombre. Los pasajes sobre esta cuestión en su obra y en la de Engels
tienen hoy, teniendo en cuenta la crisis ecológica, incluso mayor valor que en
la época en que se formularon. Por otra parte, por las mismas razones puede que
hoy ya no baste recurrir solamente a ellos. Lo que se requiere es, más aún, que
el marxismo actual adopte críticamente los resultados de la ecología en toda su
amplitud y el estado del conocimiento más actualizado, y que, al mismo tiempo,
se ocupe de manera especial de la elaboración de su propia economía del valor
de uso en los estudios económicos marxistas sobre la actualidad de la
transición al comunismo. Esto último sería una suerte de retorno al peldaño más
elevado de Aristóteles, que respaldó una “economía” en un sentido auténtico,
que distinguió con claridad de su odiada “crematística” como enseñanza de las
relaciones de intercambio contrarias a la naturaleza, de la circulación de
mercancías y de dinero [iv].

Más allá de eso, me parece que el análisis de las
tradiciones filosóficas que usted ha mencionado, como lo que Lévy-Strauss ha
llamado “pensamiento salvaje”, o con una religión de alcance mundial como es el
budismo, son plenamente fructíferos. A este respecto, entre los comunistas de
Laos está en marcha una evaluación sin prejuicios. Hablar de una “adopción
crítica” es algo de lo que ciertamente dudo. Lo que yo, con modestia y
precaución, inicialmente propondría, sería un diálogo entre marxistas y
budistas. En el espacio lingüístico alemán posiblemente primero con Gottfried
Gummerer, quien, como budista, es quien más se ha ocupado de las cuestiones de
la futurología basadas en el ecologismo. En este diálogo habría que librar una
lucha decidida contra el pesimismo sin esperanzas de Gummerer. Pues la gestión
de la crisis ecológica sería una resignación pesimista que inevitablemente
genera un sentimiento de “después de mí, el diluvio”, sin duda el extremo más
perjudicial, al menos no menos perjudicial que el otro extremo falso opuesto,
el optimismo tecnológico.

P.: En su introducción al libro que hemos
mencionado usted se ocupa de los esfuerzos de los científicos de los países
socialistas por abordar seriamente las cuestiones ecológicas. ¿Se ha ampliado
desde entonces esta discusión y se ha ido más allá del estrecho círculo del
debate científico? Más concretamente: entre el transporte individual,
destructor del medio ambiente, y el transporte público, favorable al mismo, ¿se
ha decantado la República Democrática Alemana (RDA) a favor de este último?
¿Hay en los Estados socialistas voces críticas a la construcción de centrales
nucleares? Y de haberlas, ¿podría hablar abiertamente de ellas?

Harich: Por desgracia he de responder
negativamente a todas las preguntas. En los países del socialismo realmente
existente tiene lugar a este respecto el mismo desarrollo equivocado que en el
resto del mundo. En la RDA he intentado luchar contra ello durante tres años a
diferentes niveles con los modestos medios a mi alcance, en vano, excluido de
la opinión pública, de acuerdo con las reglas del sistema político aquí
establecido.

P.: ¿Qué conclusiones extrae de esta
experiencia suya?

Harich: La solución a los problemas ecológicos
globales la espero de un comunismo homeostático, sin crecimiento. No he
cambiado en este punto. La cuestión de dónde se realizará por primera vez es
algo que sin embargo he dejado abierta en mi libro (p. 134 y siguientes). Con
todo, veo las condiciones estructurales más favorables en los países
socialistas. Añado no obstante (ídem, p. 137) que esto puede que no sea
decisivo. Factores como el grado de industrialización, de productividad
laboral, los ingresos per cápita, el consumo per cápita de materias primas y
energía, etcétera, pueden demostrarse bajo determinadas circunstancias como más
importantes. Hoy estoy lejos de transformar la consideración hipotética de
1975-1975 en una afirmación apodíctica: la brecha en bienestar entre el Oeste y
el Este, entre el Norte y el Sur, no deja ninguna otra esperanza que el
comunismo sin crecimiento se abra paso en las metrópolis del capital, allí
donde el despilfarro, el agotamiento de las materias primas y la destrucción
medioambiental están más avanzados, donde la sociedad de consumo comienza a
llevarse a sí misma ad absurdum y donde las crisis de
crecimiento económico siguen agudizándose sin poder ser ya superadas.

P.: En consecuencia, parece que se equivocó
de lugar en sus esfuerzos.

Harich: Quizá fue un prejuicio moral que
creyese tener que “limpiar la propia casa” primero. A pesar de todo, no
quisiera perder las experiencias adquiridas: me han ayudado a sondear lo que es
posible e imposible en una política motivada ecológicamente en el socialismo realmente
existente de hoy.

P.: Nos preguntamos si no existe un riesgo
en que el incremento del fetichismo del crecimiento, de hacer aumentar las
cifras del Producto Interior Bruto de manera puramente cuantitativa, como
también ocurre en los países socialistas con un elevado grado de
industrialización, acabe derivando en una línea de convergencia con las
ideologías de crecimiento del capital monopolista.

Harich: Afirmar que la política económica en el
Este está orientada todavía a un incremento de la producción “puramente
cuantitativo” es, creo yo, injusto. Piense solamente en el tiempo que ha
transcurrido desde que se ha abandonado la llamada ideología de toneladas [v]. Sin embargo, el riesgo de una
convergencia en la práctica existe de hecho. Por ejemplo, representantes de
Yugoslavia, Polonia, Rumanía y Hungría, no solamente científicos sino también,
en parte, miembros del gobierno, incorporaron en su trabajo los resultados del
informe del Club de Roma exactamente en el momento en que el Club, como quedó
dicho, en abril de 1976 en Filadelfia, comenzó a apartarse de su crítica al
crecimiento original. Esta cooperación se plasmó incluso en una de las primeras
publicaciones conjuntas entre Este y Oeste, Global Goals for Global Societies,
de Ervin László, entre otros. No conozco aún este trabajo. Posiblemente su
lectura me induzca a una polémica. En cualquier caso, considero la lucha contra
las teorías de convergencia todavía de suma actualidad, y ello hoy incluso más
que desde que se alinease con ella un político llamado Zbigniew Brzeziński.

P.: Las fuerzas antiimperialistas
libran en todo el mundo una lucha por el desarme. En esta lucha el peso de la
agitación se pone de manera casi exclusiva en la reducción cuantitativa del
potencial militar, esto es, el número de tropas, sistemas de defensa, etcétera.
¿No podría este debate llevarse de una manera más decidida y activa
políticamente si se llevase a un primer plano la dimensión ecológica de la
cuestión armamentística?

Harich: Sobre esta cuestión existen ya
iniciativas prometedoras. No se olvide de la propuesta que en septiembre de
1974 Gromyko remitió a la Asamblea General de la ONU y que se ha convertido en
un correspondiente tratado internacional después, con las negociaciones de
desarme en Ginebra. También la lucha actual contra la construcción de la bomba
de neutrones tiene un componente claramente ecológico. Naturalmente todo ello
es insuficiente, en esa misma dirección debe emprenderse mucho, mucho más. A lo
que me sigo resistiendo es al extendido mal hábito de oponerse a una regulación
de la población mundial, a una protección medioambiental drástica, al ahorro de
materias primas y energía y a las reivindicaciones de desarme, como si no
fuesen justificadas y urgentes. ¡Como si una cosa excluyese a la otra! ¡Como si
no se tratase de luchas contra todos los riesgos al mismo tiempo!

P.: Desde su fundación, POCH se ha ocupado
con frecuencia de cuestiones medioambientales. Al hacerlo nos encontramos ante
el siguiente problema: ¿Cómo logramos que nuestras reivindicaciones no sirvan
para hacer avanzar la agenda de recortes sociales impulsada por la burguesía?
¿En qué términos pueden unificarse la lucha ecologista y la lucha contra el
desmantelamiento del Estado del bienestar?

Harich: Le planteo la pregunta opuesta:
¿Recortes sociales para qué y para quién? Cuando el presidente del USPD [vi], Arthur Crispien, en el II Congreso del
Komintern, en verano de 1920 en Moscú, expresó que una revolución sólo podía
llevarse a cabo si “no empeoraba demasiado las condiciones de vida del
trabajador”, Lenin le respondió que este punto de vista era
contrarrevolucionario por dos motivos: por una parte, la revolución exigía a
los trabajadores sacrificios, y, por la otra, no había de olvidarse que la
aristocracia obrera, como base social del oportunismo, se había llevado
exactamente por ese motivo, para asegurarse mejores salarios, a apoyar a “su”
burguesía en la conquista y explotación de todo el mundo.[vii] ¿Se prestaba con ello Lenin a un
“recorte social” a favor de la burguesía? ¡Por descontado que no, todo lo
contrario! Aplique esto análogamente a su problema y entonces se dará cuenta de
que POCH hace bien, a la vista del síndrome político-ecológico, en convertirse
en altavoz de la conciencia de la clase obrera suiza y aclarar en consecuencia:
“Sí, estamos preparados, por la supervivencia de la humanidad, a cualquier
sacrificio material necesario y a reclamárselo al trabajador, a condición que
se haga con el principio de una estricta igualdad, esto es, que en primer lugar
los ricos desaparezcan de la superficie terrestre.” De existir sobre esta
cuestión desde un buen comienzo claridad, más adelante ocurrirá que POCH
analizará el valor en el fondo cuestionable del actual bienestar de las masas y
elevará su conciencia. El hecho de que la pauperización de las masas,
considerada atentamente, no haya desaparecido, sino que meramente se hayan
transformado sus manifestaciones, que las personas, a través de sus préstamos,
de sus prisas y estrés en el trabajo, inseguridad existencial, enfermedades
civilizatorias de todo tipo, paisaje arruinado, aire polucionado, accidentes de
tráfico, creciente criminalidad, atrofia cultural, frustración sexual,
etcétera, no en último lugar debido al permanente temor de una catástrofe
nuclear civil o militar, que pende sobre ellos como una espada de Damocles, son
más infelices que nunca. ¿Pues de qué sirve tener una casa propia en el campo
cuando la naturaleza hasta entonces intacta se urbaniza? ¿De qué sirve reducir
la jornada laboral, cuyas consecuencias perjudiciales y dolorosas para el
corazón y la circulación sanguínea se curan en el hospital y han de compensarse
después a través de un agotador entrenamiento de fitness? ¿De qué sirve elevar
el nivel educativo si va de la mano de la anulación del espíritu mediante la
televisión? Una pregunta tras otra. El material argumentativo que ofrece una
agitación social y ecológica combinada es inconmesurablemente rico.

P.: ¿Cómo se posiciona respecto al
movimiento de los ecologistas en Francia y de Los Verdes en la República
Federal Alemana (RFA)?

Harich: Forma parte de uno de los
acontecimientos más prometedores de nuestra época que la voluntad de luchar por
la conservación de la vida en nuestro planeta y subordinar a esta tarea todo lo
demás haya comenzado a formarse ahora también a nivel de partido político. Es a
bien seguro obvio que también este movimiento, como los partidos tradicionales
en sus comienzos, atraviese una fase de enfermedad infantil, que sobre todo
ellos no consigan alcanzar una amplia y razonada posición común sobre todo el
espectro de cuestiones políticas que hoy están pendientes de solución. Esto no
va suceder tampoco en el estadio presente. La mera existencia de listas verdes,
incluso partidos, es un logro que no se valorará nunca lo suficiente. Para
poder expresarme con justicia sobre las diferencias que hay entre mí y Los
Verdes primero debería conocerlos con exactitud y escrutado con detalle. Por
ahora mis informaciones son demasiado escasas, aunque suficientes como para
declararme en principio solidario con los iniciadores de este nuevo comienzo.

P.: ¿Puede seguir manteniendo con una
posición así su afirmación de que es comunista?

Harich: El término “comunista” tiene diferentes significados. Yo defiendo el comunismo como un orden social que es más que sólo socialista, esto es, en el que no sólo los medios de producción son propiedad de todos, sino en el que también la distribución del consumo se rige por el principio de igualdad. En este sentido soy comunista. Ya no lo soy en el otro sentido, el de ser miembro de un partido surgido de la Tercera Internacional, la Internacional Comunista, el Komintern, por su acrónimo. Entre estos partidos existen, como es sabido, desde hace algún tiempo fuertes discrepancias de opinión, e incluso contradicciones, que pueden llegar a alcanzar la hostilidad. Pero, entre otras cosas, tienen en común que no consideran el comunismo algo para nada actual, que en el mejor de los casos han degradado el tema a un sermón dominical, no vinculante. Una posición “verde” realmente consecuente, por el contrario, incluye una concepción del comunismo como tarea presente, pues las limitaciones en la sociedad que demanda la ecología únicamente son realizables en la igualación de las condiciones materiales de todos, y aún más mediante una nivelación hacia abajo [viii].

Notas:

[i] POCH
(Progressive Organisationen der Schweiz) fue un partido político suizo de
orientación comunista nacido del movimiento estudiantil del 68. A partir de
1987 se distanció definitivamente del marxismo-leninismo y cambió su nombre a
POCH-Grüne. En 1993 el partido fue disuelto, pasando la mayoría de sus
militantes al Partido Verde de Suiza (GPS).

[ii] El
10 de julio de 1976 ocurrió una de las peores catástrofes medioambientales en
Europa cuando se produjo una fuga de seis toneladas de productos químicos en
una planta cerca de Seveso, al norte de Milán, exponiendo a sustancias tóxicas
a la población de los municipios circundantes, a la fauna y a la flora. Un
estudio médico realizado por Andrea Baccarelli, Sara M. Giacomini, Carlo
Corbetta y otros en 2008 reveló el impacto de la contaminación al revelar que
las alteraciones hormonales neonatales en un grupo de estudio compuesto por
miles de afectados eran 6’6 veces superiores a los del grupo de control.

[iii] El
5 de junio de 1976 una parte de la plataforma petrolífera noruega Alexander L.
Kielland, en el campo de Ekofisk, se desplomó debido a las condiciones
climatológicas, acabando con la vida de 123 de los 212 trabajadores.

[iv] Aristóteles
distinguió la economía, el arte de la gestión del hogar o el arte de la
adquisición natural, de la crematística, el arte de la adquisición desviado de
su origen, que sirve exclusivamente a la acumulación de capital y, de ese modo,
fomenta la ilusión de una riqueza ilimitada e independiente del bien común.
Harich trató esta cuestión con detalle en Kommunismus heute. Sobre
este tema puede consultarse también la conferencia de Harich sobre filosofía
clásica en el sexto volumen de las Obras Completas. (Nota de Andreas Heyer)

[v] “Ideología
de toneladas” era uno de los términos utilizados para criticar a las economías
planificadas de los Estados socialistas, particularmente durante el
estalinismo, por primar la producción sin tener en cuenta la demanda, el uso o
la calidad de lo producido.

[vi] El
Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD) fue una escisión del
SPD posterior a la Primera Guerra Mundial que agrupó a los socialdemócratas de
diferentes tendencias políticas unidos por su oposición común al conflicto.

[vii]
Entre corchetes Harich incluye la referencia: Lenin, Werke, vol.
31, p. 236 y siguientes. (Nota de Andreas Heyer)

[viii] Esta
posición es una constante en la filosofía política de Harich, se la encuentra
tanto en sus escritos de juventud como en el marco de su crítica al anarquismo.
(Nota de Andreas Heyer)

Fuente: https://contraeldiluvio.es/ecologia-y-socialismo-entrevista-a-wolfgang-harich/