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Aunque ha
sido una constante en la historia de la(s) izquierda(s), parece que en España
se ha intensificado desde 2014. Qué duda cabe de que el debate serio es sano y
necesario, pero, a menudo, no se ha tratado tanto de debate fraterno como de
aleccionamiento sobre qué hacer. Es más, la empatía, el diálogo sereno y el
análisis de los hechos han sido sustituidos por la retórica agresiva contra
hombres de paja, que se han utilizado en las pugnas por lograr hegemonía en el
seno de la izquierda. Por ejemplo, para legitimar la hipótesis populista se
combatió el muñeco del determinismo económico. Claro que sigue habiendo algunas
corrientes economicistas en el marxismo, pero tienen muy poca visibilidad y son
poco relevantes. Lo justo y útil hubiese sido debatir con perspectivas
dialécticas (u otras corrientes no esencialistas), es decir aquellas que tratan
de comprender y transformar las relaciones no mecánicas entre economía y
comunicación. Esta ausencia ayuda a explicar que la crítica al economicismo
derivara en comunicacionismo.

Introduzco este breve contexto para comentar desde una posición fraternal y no maniquea el artículo de Santiago Alba Rico publicado en CTXT y titulado Ucrania y la izquierda. Vaya por delante mi profundo respeto por el trabajo de Alba Rico, a quién tuve el placer de entrevistar extensamente en 2018, si bien creo que sus análisis de los conflictos internacionales son de un valor limitado e incluso equivocados. El artículo mencionado es sugerente y aporta algunas reflexiones de interés. Sin embargo, considero conveniente aclarar algunos puntos importantes, particularmente sobre la posición de Noam Chomsky en torno a la guerra de Rusia contra Ucrania o, mejor dicho, del dictador Putin contra el pueblo ucraniano.

El artículo de Alba Rico propone una lección sobre lo que la izquierda “debería” hacer o lo que “tenemos” que apoyar y condenar. Sin duda hay que plantearse qué hacer, pero ya existen propuestas de personas implicadas de una manera u otra en los conflictos –especialmente en las organizaciones de base– que siguen invisibilizadas. Es elitista e incluso puede ser autoritario decir lo que hay que hacer cuando hay quien se ha organizado y ocupado su tiempo y esfuerzo para pensar colectivamente en cómo actuar. Por ejemplo, desde la perspectiva de los estudios para la paz, se están realizando análisis y propuestas para la resolución de la guerra. ¿Quién soy yo para decirles qué hacer? Al contrario, puedo escucharlos, aprender, acompañarlos y divulgar su punto de vista. Es un principio básico del periodismo para la paz.

Un segundo
aspecto del artículo es la escasa base empírica sobre la que se realiza el
análisis. Los conceptos y las ideas sufren cuando no se anclan en realidades
concretas. Esta insuficiente atención a los hechos conocidos se refleja
especialmente en la interpretación que hace el autor de los análisis realizados
por Chomsky, como desarrollaré más adelante.

Una tercera
cuestión a comentar es la del muñeco de paja. Alba Rico critica a la izquierda
que denomina “estalibán” por su apoyo a, o blanqueamiento de, Putin. De nuevo,
es cierto que esta izquierda existe, pero es tan minoritaria que conviene darse
cuenta de que las posiciones desde la izquierda que tienen interés y que
difieren de las de Alba Rico se encuentran en otro lugar. Por ejemplo, desde
los mencionados estudios para la paz, autores y activistas como Johan
Galtung
, Fernando
Montiel
o Vicenç
Fisas
han realizado propuestas concretas y viables antes y durante la
guerra que apenas son discutidas. ¿Por qué no debatir con ellos? Permitiría
avanzar más en el conocimiento y en la construcción del largo camino de una paz
justa y duradera.

El artículo
se pone interesante cuando pasa a discutir la posición de Chomsky. Alba Rico
critica a los “estalibanes chiflados” por reproducir la propaganda rusa y
señala que “hay un rescoldo soviético en la rebeldía antisistema de cierta
izquierda”. Esta izquierda no habría entendido los cambios en el (des)orden
mundial y trataría de encajar la realidad en sus modelos teóricos inválidos.
Según Alba Rico, este es el problema de Chomsky. Supongo que no considera que
Chomsky sea “estalibán” ni que tenga rescoldos soviéticos (es sabido que el
filósofo estadounidense siempre se ha pronunciado contra la Unión Soviética por
implementar un totalitarismo anti-socialista), pero lo cierto es que es de los
pocos nombres que da el artículo. 

La “ceguera
etnocéntrica” e incomprensión de Chomsky del mundo actual ya se habría
demostrado en su análisis sobre la guerra en Siria, según un artículo del
intelectual y activista Yassin al-Haj Saleh citado por Alba Rico. Dicho
artículo se refiere concretamente al “americanocentrismo” o, como señala más
correctamente en una ocasión, al “EEUU-centrismo”. Según Alba Rico, “la
obsesión por EEUU en un mundo desordenado, en el que el mal se ha fragmentado,
descentralizado y emancipado del monopolio estadounidense, señala atinadamente,
por ejemplo, el poder de la OTAN, pero infravalora como subordinados,
subsidiarios o inofensivos otros peligros –para la democracia y la libertad de
los pueblos– que determinan, sin embargo, el destino individual y colectivo de
buena parte del planeta”. Es más, la “neurosis antiestadounidense” de Chomsky
“lo llevó a abandonar en Siria a los que se jugaron y, en muchos casos,
perdieron la vida luchando contra la dictadura; y a alimentar en Ucrania la
tesis de que la invasión rusa es, de alguna manera, una respuesta automática al
cerco de la OTAN”. 

Vayamos por
partes.

El lingüista
estadounidense ha señalado en numerosas ocasiones el lento declive de EEUU como
potencia mundial hegemónica

Lo primero
es que el lingüista estadounidense ha señalado en numerosas ocasiones el lento
declive de EEUU como potencia mundial hegemónica y el ascenso de China y otras
potencias como Rusia, Brasil o India. Por ejemplo, ha insistido en que EEUU ha perdido influencia
en Latinoamérica. Sin embargo, Chomsky no se lleva a engaño respecto a la
concentración del poder: EEUU sigue siendo con diferencia la potencia con más
capacidad de decisión y, por supuesto, poderío militar. Sin duda, aún tiene
poder para incidir en el continente y el resto del mundo –ahora aún más en
Europa–. En un mundo caótico en el que muchas cosas se han vuelto líquidas
sigue siendo fundamental atender a la correlación de fuerzas y a patrones
estables. Es decir, Chomsky se centra en EEUU por ser la primera potencia
mundial. En segundo lugar, ha señalado en innumerables ocasiones que considera
que la posición adecuada es concentrar los esfuerzos donde puedan tener un
mayor impacto, en este caso, para ayudar a los ucranianos, parar la guerra y
evitar la escalada nuclear. Para llegar a una solución es necesario que EEUU,
como principal potencia, se siente a escuchar propuestas de alto el fuego y
negociar la paz.

Comentario
aparte merece la acusación de que Chomsky es antiestadounidense. Es la típica
estrategia de descalificación que las fuerzas del sistema en EEUU y muchos
otros lugares han utilizado contra el autor y otras voces que disienten de la
narrativa oficial. Es parte de la construcción maniquea del enemigo
conceptualizada en el quinto filtro del modelo de propaganda
de Herman y Chomsky, que sirve para desacreditar de entrada al oponente y
cerrar la discusión. Si no estás conmigo, estás contra mí; estás contra tu
propio país. Lo cierto es que Chomsky ha señalado en muchas ocasiones no solo
lo valioso que tiene su país, sino la diferencia de criterio entre las élites y
la mayoría de la población en torno a temas fundamentales, según han mostrado
las encuestas recurrentemente. Se puede estar en desacuerdo con Chomsky, pero
su argumento indica que no parece un caso de neurosis u obsesión. Despacharse con
etiquetas psicológicas o psiquiátricas no parece lo más acertado.

Mejor entrar
a discutir los argumentos. Si atendemos a las reflexiones de Chomsky, no parece
que infravalore peligros que provienen de fuera de EEUU. De hecho, el autor no
ha dejado de alertar sobre el riesgo de una guerra nuclear fatídica. Nadie sabe
hasta dónde puede llegar Putin, pero sí que las escaladas de violencia son muy
difíciles de frenar, lo que indica que la posibilidad de una mayor catástrofe
es real. Lo que Chomsky dice es que una política exterior estadounidense y un
orden internacional más justos permitirían precisamente contrarrestar los
peligros de las dictaduras rusa y china. Un orden mundial basado en la seguridad
y la defensa, no en la expansión y agresión
. Es lo que pide el Sur Global.
Si no se quiere que más países caigan bajo influencia de las potencias
dictatoriales, parece lógico ofrecerles una mayor justicia y seguridad. De
momento, EEUU
sigue siendo percibido como una gran amenaza
en la mayor parte del
mundo. 

La posición
de Chomsky no tiene nada que ver con la crítica de Alba Rico a los
“estalibanes” por justificar a Putin. Chomsky ha condenado la invasión
injustificada y criminal, pero es consciente de que la condena, aunque
necesaria, es insuficiente. Lanza un mensaje importante al mundo que, aparte de
ser auto-gratificante (¡qué buenos somos!), es poco eficaz para frenar la
guerra y salvar vidas. No hay más remedio que pensar soluciones diplomáticas y
sentarse a negociar. Cuanto más pronto, mejor. Podría haberse hecho antes de la
invasión. 

Pero antes
de las alternativas, se requiere un diagnóstico. Chomsky aboga por un
pensamiento no reduccionista ni maniqueo, que, como ha señalado Ignacio
Sánchez-Cuenca
, sostiene a la vez que Rusia es culpable de la invasión y
que la expansión de la OTAN permite entender –no justificar– la decisión bélica
de Putin. Obvio que dicha expansión supone una amenaza para Rusia. No exime a
Putin de sus crímenes en modo alguno, pero sí que permite pensar los errores (y
horrores) de EEUU y Europa y corregirlos. 

Para el
intelectual estadounidense, si lo que queremos es aprender de lo sucedido para
el presente y el futuro, reducir el dolor y prevenir más sufrimiento, es necesario
que EEUU asuma sus responsabilidades y modifique coherentemente su política
exterior. Pero estamos en la era de la des-responsabilización. Más fácil
echarle la culpa exclusivamente al malo malísimo. Pero si el mal está
efectivamente (des)centralizado (asimétricamente) en diferentes núcleos, no
puede obviarse ninguno de ellos, especialmente el más poderoso. Otro principio
elemental del periodismo para la paz.

Respecto a
la posible solución negociada del conflicto, Chomsky señala que tiene cierta
utilidad recurrir a la legalidad internacional, pero limitada por la hipocresía
de su aplicación, como también ha reconocido The
Economist
. De nuevo, se aplica a los otros, pero no a nosotros o
nuestros aliados cuando violamos los derechos humanos. Es útil remontarse a las
guerras en Irak o Libia, pero hay tragedias humanitarias que están teniendo
lugar ahora mismo en Yemen, Afganistán,
Palestina,
el
Sáhara
o Mali
a las que se les presta la mínima atención. El tratamiento dicotómico de los
crímenes (unos aceptables y otros condenables) y de las víctimas (dignas e
indignas de atención) ha sido analizado en profundidad por Chomsky no solo en
lo relativo a la legalidad sino a la cobertura de los medios de comunicación
hegemónicos y los discursos oficiales (especialmente en colaboración con Edward
S. Herman). 

Chomsky
aboga por el espíritu de Minsk
II
que recoge la propuesta de una Ucrania federal y enfatiza la posibilidad
de una Ucrania militarmente neutral que no esté bajo la OTAN ni sometida a
Rusia, una opción que ya aceptó el presidente Zelenski
en marzo y que si se hubiese negociado seriamente podría haber evitado la
guerra. Para profundizar en los detalles de las posibilidades de resolver la
guerra, remito al lector a los textos de Chomsky y los artículos citados de los
estudios para la paz. 

Lo más serio
que escribe Alba Rico es que “es prioritario evitar que esa guerra involucre a
la OTAN; es prioritario apoyar, defender, asegurar la independencia de Ucrania.
Nuestro belicismo debe estar limitado por la necesidad de evitar un conflicto
internacional y una confrontación nuclear; nuestro pacifismo, por la necesidad
de afirmar la justicia y el derecho internacional”. Es básicamente lo que ha
dicho Chomsky, solo que con análisis concretos y recogiendo propuestas de paz.
Alba Rico no ofrece ninguna solución concreta.

En el
contexto actual, no hay opción buena. Hay que elegir entre las menos malas

En el
contexto actual, no hay opción buena. Hay que elegir entre las menos malas. Una
Ucrania neutral, con compromiso por parte de Rusia de no agresión y otros
acuerdos necesarios, es para Chomsky la opción más viable para evitar la guerra
nuclear y favorecer la independencia ucraniana. Chomsky no piensa que haya que
caer en el belicismo. Considera justo enviar
armas
a los ucranianos, tal y como han solicitado, para poder enfrentarse a
las tropas rusas, pero advierte de que esto solo lleva a alargar el conflicto y
a la escalada. Señala que, tal vez, haya manera de proveerlas reduciendo los
efectos secundarios, pero que lo que de verdad importa es pensar cómo construir
la paz. Como he señalado, la justicia y el derecho internacional son
herramientas disponibles, pero hay que ir más allá.

La paz se
puede construir –siempre con inmensas dificultades– desde el realismo de ser
conscientes de las limitaciones a la paz que impone la geopolítica y, a la vez,
desde los valores de la misma paz, la igualdad y la justicia. Desde esta
posición y siguiendo lo escrito por José
Luis Villacañas
, se puede concluir que no se puede dejar que Putin gane
esta guerra, aunque, al mismo tiempo, el dictador ruso no va a permitirse
perderla. No hay opción de suma cero en la que el vencedor se lo lleve todo.
Ucrania no puede vencer y, aunque Rusia puede arrasar Ucrania, tiene que hacer
frente a la respuesta de EEUU y Europa. En caso de escalada nuclear, solo hay
posibilidad de destrucción mutua. Por tanto, la opción más razonable es que
unos y otros ganen y pierdan algo en beneficio de todos. Chomsky está del lado
del pueblo ucraniano, pero señala que no hay más remedio que contemplar la
posibilidad de que si no se le da una salida a Rusia las consecuencias podrían
ser catastróficas para Ucrania y el mundo. El autor estadounidense aporta un
diagnóstico geopolítico e histórico de la situación y, a partir de ahí, discute
propuestas de resolución ancladas en la fea concreción de la realidad. Por el
momento, no hay otro procedimiento intelectual más adecuado para el análisis y
transformación viable de la realidad. Este acercamiento revela que esta guerra
extremadamente peligrosa era fácil de evitar y ahora de resolver. 

Lejos de mi
voluntad actuar como otra izquierda que da lecciones a otra izquierda que da
lecciones a otra más

Es necesario
el debate entre las izquierdas, sintomáticamente divididas, pero evitando
descalificaciones y posiciones dicotómicas de los buenos que somos y lo malos
que son los otros. Lejos de mi voluntad actuar como otra izquierda que da
lecciones a otra izquierda que da lecciones a otra más. Mi propósito es,
mediante la comunicación no violenta y el diálogo honesto y fraternal, aclarar
la posición de Chomsky sobre la guerra en Ucrania y mostrar su valor si lo que
nos importan son las víctimas y evitar un desastre aún mayor. Las reflexiones
de Chomsky nos muestran que Rusia actúa de manera criminal y belicista, y que
EEUU y sus aliados podrían, al menos, haber hecho mucho más para evitar la
guerra y para pararla una vez iniciada. 

Los muertos
solo pueden gritar en silencio. Los comentaristas podemos ponerlos en el centro
de la discusión y contribuir a evitar aún más muertes entendiendo lo que ha
sucedido, asumiendo responsabilidades y actuando en consecuencia. Cuanto antes,
mejor.

Joan Pedro-Carañana es profesor especializado en comunicación y cambio social en la Universidad Complutense de Madrid. Coordinador junto a Francisco Sierra-Caballero del libro El modelo de propaganda y el control de los medios (Comunicación social)