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No obstante, es necesario acercarse a este grupo poblacional desde sus realidades. La comunidad afro necesita más de políticas públicas sistemáticas que ayuden a fortalecer sus capacidades y romper con condicionamientos de precariedad heredados, que de posts de solidaridad y empatía.

A casi tres años de la implementación del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, debe atenderse a sus resultados y a los de otros proyectos asociados con influencia directa en sus beneficiarios.

El
censo poblacional de 2010 registró que el 35.9% (4 006 926) de la
población cubana es afrodescendiente. Las políticas dirigidas a
ellos deben enfocarse en romper con las condiciones que derivan en la
reproducción de sus índices de pobreza y vulnerabilidad. En ese sentido,
el activismo afrodescendiente puede considerarse un medidor de sus
necesidades reales, una alternativa para exigir la formulación
y cumplimiento de legislaciones equitativas e integradoras, y una vía
para la auditoría de resultados concretos.

Por
consiguiente, sería oportuno articular en Cuba un activismo de carácter
sinérgico y multidisciplinar que atienda estos retos principales:

— Rediseño
de políticas públicas a partir de resultados demográficos: El enfoque
de cualquier estrategia debe basarse en estudios actualizados sobre la
situación de los sujetos a quienes va dirigida y atender a cuestiones
como el territorio de origen y de residencia, rangos etarios, niveles
educacionales, solvencia económica, identidad de género y perspectivas
en el país.

— Activismo
feminista antirracista: Aunque en los últimos años el tema de la
influencia africana ha ganado espacio en la agenda pública y, pese a las
reservas, en la mediática, es necesario un activismo antirracista que
defienda los derechos de las mujeres afrocubanas y lleve el tema a la
agenda política.

La
Federación de Mujeres Cubanas (FMC) no atiende a la mayor parte de la
agenda feminista del país. Como es de suponer, tampoco responde a las
necesidades puntuales de las mujeres negras porque, políticamente, no
hay diferencia. Sin embargo, estas tienen mayores dificultades para
acceder a trabajos particulares bien remunerados, muchas viven en
condiciones de hacinamiento y son dependientes de una economía
presentista, o sea, de subsistencia diaria.

— Fomento
del empoderamiento económico a través de emprendimientos: La influencia
de nuevos emprendimientos que defienden la diáspora africana en el país
es evidente y han logrado cambios sustanciales en la percepción
colectiva de la afrocubanidad desde la moda, la estética y los valores
culturales en general. De hecho, muchos de estos emprendimientos están
dirigidos por afrodescendientes, lo que muestra una perspectiva de
desarrollo.

Sin
embargo, es responsabilidad del activismo velar para que la ruta de
sostenibilidad de estos negocios no olvide los motivos de su
surgimiento y que su base y directriz imperecedera sea el
fortalecimiento de las capacidades de la comunidad afrodescendiente que
les rodea.

También
se debe abogar por la muestra de belleza afrocubana en su totalidad,
sin ponderar unas características fenotípicas por encima de otras. Ello
nos alejaría de una regresión a la búsqueda de la mulata esbelta, con
curvas y rizos perfectos y el mulato fornido. La aceptación de la matriz
afro tiene que implicar la correspondencia e identificación de la
comunidad con la imagen que se divulga.

— Fortalecimiento
y cumplimiento de los principios de proyectos institucionales y de
desarrollo local: Las comunidades vulnerables, a nivel internacional,
son beneficiarias de ayudas, colaboraciones, presupuestos que se dedican
a crearles mejores condiciones de vida.

Potenciar
la identificación cultural y las capacidades de la comunidad
afrodescendiente, puede ser un objetivo declarado clave para acceder a
subvenciones. Sin embargo, nada se logra sin el compromiso de los
responsables con la comunidad en la que ejercen. Visitar las viviendas,
identificar necesidades, resolverlas y darles seguimiento son algunas de
las tareas que los proyectos deben cumplir a cabalidad.

Lograr
resultados tangibles que alivien las carencias de la colectividad
aumenta la credibilidad de cualquier proyecto y, lo que es más
importante, hace que las personas se apropien de él, volviéndolo más
sostenible. El desarrollo local se basa en que la comunidad se valga de
los recursos para su progreso económico, político y social. Como
colofón, está la formación de actores que vivan en el mismo entorno,
quienes por su compromiso, mantengan los resultados del proyecto en el
tiempo y velen por su evolución.

— Reconexión
identitaria: El conocimiento popular sobre la cultura afrocubana señala
los tambores, los colores, la religión yoruba, como características
esenciales de esta población folclorizada en la visión e imagen
turísticas de la isla. Sin embargo, la comunidad ha vivido una etapa de
desconexión con lazos tangibles de su raíz, lo que no le permite ver a
los antepasados como algo propio.

Apremia
abrazar enseñanzas familiares que ayuden a fortalecer la identidad y
transmitirlas como grabar caminos en trenzas, utilizar el kanga o
portabebés, conocer de etnobotánica y rescatar elementos de la culinaria
tradicional cubana, que tanta impronta africana tiene.

Debe
hacerse de modo que no suene a melancolía, sino a resistencia. La
búsqueda del saber ancestral es un conector entre pasado y presente,
pero también una suerte de salvavidas. Así como los africanos
readaptaron su alimentación y costumbres para sobrevivir en la Isla a
las tormentosas condiciones de explotación, recurramos a sus saberes
para sobrevivir a tiempos difíciles de escasez.

Así como los africanos readaptaron su alimentación y costumbres para sobrevivir en la Isla a las tormentosas condiciones de explotación, recurramos a sus saberes para sobrevivir a tiempos difíciles de escasez.

En el Congreso Internacional de Investigadores sobre Infancias, Adolescencias y Juventudes, celebrado en marzo del presente año, la investigadora María del Carmen Zabala expresó que en Cuba, a pesar de los avances de la población negra y mulata, debido a las transformaciones llevadas a cabo por la Revolución, se han constatado limitantes socioeconómicas en este grupo poblacional y aún hay prejuicios, estereotipos y prácticas discriminatorias.

Según
Zabala, las investigaciones sobre pobreza en la Isla evidencian que el
emparejamiento temprano y consecuente maternidad adolescente, el
abandono de estudios, la informalidad laboral, la inestabilidad social,
económica y cultural de las familias son factores mediados por el
género, el color de la piel y los rangos etarios.

A
nivel social, urge potenciar el tratamiento del factor afrocubano como
un elemento humano, sin solapar su realidad por el afán integrador. Para
Don Fernando Ortiz, «la cubanidad es principalmente la peculiar calidad
de una cultura»; por lo tanto, la percepción que tengamos de los
elementos históricos —entre los que figura inexorablemente el
africano-— evidencia nuestro valor y calidad como sociedad.

Teniendo
esos elementos en cuenta, será posible trazar estrategias más
apropiadas para minimizar los índices de pobreza y vulnerabilidad,
desmitificar pensamientos discriminatorios y potenciar el valor de la
comunidad afrodescendiente en favor de su desarrollo. Reconocer las
diferencias es un acto necesario para trazar rutas que conduzcan hacia
caminos de iguales.

Fuente: https://jovencuba.com/retos-activismo-afrodescendiente/