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Es cierto que
muy pocas personas esperaban que el estallido social que explotó en Colombia se
presentara con la fuerza y amplitud con que se desplegó. No obstante, algunos
centros de estudio y analistas de prensa de variada orientación lo
habían previsto y pronosticado
.

Ahora, que la
protesta masiva que arrancó el 28 de abril entró en una fase de agotamiento a
pesar que se mantuvo entre altas y bajas a lo largo de casi tres meses, es
necesario respirar, reflexionar, evaluar y sacar lecciones, a fin de fortalecer
y avanzar con la lucha popular.

Analizar un
evento tan  complejo como el llamado Paro
Nacional es una tarea bien difícil. No solo porque aún está en desarrollo sino
porque al participar múltiples fuerzas y sectores -que están en juego, algunos
ocultos o camuflados- se pueden mal interpretar ciertas afirmaciones. De todas
formas, hay que atreverse, como ya se hizo cuando abordamos el tema de los
bloqueos
.

Es importante
hacer notar que este tipo de estallidos sociales no son exclusivos de Colombia.
Acontecimientos similares los vienen protagonizando los pueblos y los trabajadores
desde 2011 con la “Primavera Árabe”, el 15M de España, el “Occupy WS” en USA,
los “chalecos amarillos” en Francia, lo sucedido en Ucrania, Nicaragua, Hong
Kong, El Líbano, Chile y muchos otros países.

Claro, hay que
identificar y profundizar sobre las causas inmediatas que detonaron esos
movimientos y precisar cuáles fueron las fuerzas sociales y políticas que
finalmente los canalizaron, pero es indudable que la juventud rebelde del siglo
XXI ha sido la protagonista central y principal.

Los principales
actores sociales

Han sido muy variadas
las fuerzas sociales que desplegaron su fuerza a lo largo de estos meses en
Colombia, que son -en verdad- continuidad del 28N de 2019. Veamos:

El primer y
principal actor social es el grueso de la población que rechazó la reforma
tributaria propuesta por Duque y su ministro de Hacienda. Esa gran mayoría que
ha sido medida por diversas encuestadoras
de opinión
ha apoyado decididamente la protesta pero -en general- no
está de acuerdo con los “bloqueos” de vías y carreteras como formas de lucha.

Un segundo
protagonista son las organizaciones sociales de trabajadores estatales,
maestros, transportadores, indígenas, campesinos, cocaleros, estudiantes, etc.
que aunque contribuyen con su fuerza movilizada al desarrollo del “paro”, al
priorizar intereses sectoriales y formas 
de lucha tradicionales, a la larga y en el fondo, debilitan el carácter
político del movimiento.

En tercer lugar,
se destaca el “precariado citadino técnico-profesional” que se movilizó
masivamente desde noviembre/2019 en las grandes ciudades, mediante
concentraciones y marchas periódicas. Es un importante sector de los
trabajadores que poco a poco está desarrollando una visión, un programa y una
acción alrededor de temas como la defensa de la vida, la profundización de la
democracia a todo nivel, la consolidación de la paz, la defensa del medio
ambiente, la lucha de género e identidades, etc. Es pertinente tener en cuenta
que ese precariado no puede “parar” (o paralizar la producción) al estilo del
proletariado tradicional, dado que muchos de ellos son trabajadores asalariados
de empresas o del Estado o pequeños emprendedores que laboran en condiciones de
extremada precariedad laboral.  

Y en cuarto
lugar, están los contingentes de la juventud más beligerante que provienen de
sectores populares, estudiantes radicalizados, barras bravas de equipos de
fútbol y otros grupos que podríamos caracterizar como “el precariado informalizado”.
Son jóvenes desempleados o en edad de estudiar que no lo pueden hacer porque no
cuentan con los recursos económicos para hacerlo. Ellos necesitaban liberarse
del confinamiento obligado por la pandemia, encontrarse con  sus pares en la lucha -principalmente- contra
la policía y visibilizarse mediante concentraciones y barricadas en “puntos
de resistencia
”. También se habían mostrado en noviembre de 2019
pero lo hicieron con más contundencia a partir del 20 de septiembre de 2020 durante
el levantamiento en Bogotá contra la policía y los CAIs[1].

Cada sector ha
colaborado con esta lucha a su manera, cada uno tiene su propio balance,
incluyendo algunos sectores que aparecían de nombre en el Comité Nacional de Paro
CNP pero que no desplegaron toda su fuerza en esta ocasión (cafeteros,
paneleros, arroceros, etc.).

Periodización
del proceso de lucha

La movilización
social que denominamos “estallido” se inicia el 28 de abril ante la convocatoria
del Comité Nacional de Paro que en noviembre de 2019 y mayo de 2020, había
presentado pliegos de exigencias al gobierno. La respuesta a la convocatoria
fue masiva y beligerante. El motivo inmediato fue el rechazo generalizado a la
reforma tributaria presentado al Congreso por el presidente Duque y su ministro
de Hacienda.

A partir de ese
momento se pueden observar tres fases en el movimiento. Una, desde el 28 de
abril hasta el 3 de mayo, día en que se integran La Minga Indígena y los
gremios de los transportadores especialmente en Cundinamarca, Boyacá, Nariño,
Huila, Santander y el Eje Cafetero, que impulsan cierres de vías generalizados
en coordinación con pequeños y medianos productores agrarios. Paralelamente el
movimiento en las ciudades se generalizaba frente a la represión brutal y
criminal por parte del gobierno. 

Una segunda fase
va desde el 4 de mayo hasta el 25 y 26 de mayo en que el gobierno obliga al Alcalde
y al Arzobispo de Buenaventura y a delegados de los manifestantes de esa ciudad
a firmar un acuerdo para empezar a despejar las vías mediante “cordones
humanitarios” para facilitar el abastecimiento de alimentos, medicinas y
combustibles. A la sombra de ese acuerdo firmado con presencia del presidente
Duque, que luego fue desconocido por el mismo gobierno, se inicia la ofensiva
de las fuerzas retrógradas y oscurantistas.

A la madrugada
del mismo día, Duque aprueba el decreto de “Asistencia Militar” que lanza desde
Cali para acabar con los bloqueos que persistían en el suroccidente del país, convoca
“marchas del silencio” en varias ciudades (que les fracasan), e inician la
contraofensiva contra el movimiento popular utilizando “civiles” armados
(paramilitares) no solo para atacar a los manifestantes (entre ellos La Minga
en Cali) sino para realizar toda clase de asonadas contra alcaldías en La Plata
(Huila), Jamundí, Yumbo y Tuluá (Valle), en donde provocan incendios y toda
clase de desmanes para desprestigiar la protesta popular.

A partir de esos
días de finales de mayo se entra en la fase de lo que podría llamarse como “desescalamiento”
del movimiento, que desafortunadamente se dejó llevar al terreno de mantener o
despejar los “bloqueos” o cierres de vías, cuando las grandes movilizaciones y
concentraciones pacíficas habían demostrado su eficacia.

Durante este
período el gobierno jugó a las llamadas “negociaciones” que solo han sido una
maniobra de distracción mientras utilizaba fuerzas de choque, unas infiltradas
en las protestas y otras del lado de la policía, para justificar el trato de
guerra que le dio al llamado “terrorismo vandálico” promovido y orquestado por
el mismo Estado.

A partir de ese
momento los muchachos de Cali y de otras regiones son los que mantienen la
iniciativa de la protesta mientras que el Comité Nacional de Paro, por la falta
de reacción frente a la estrategia de violencia y terror que desarrolla el
gobierno, se fue quedando a la deriva de los acontecimientos.

Y a pesar que
las grandes mayorías han valorado y apoyado enormemente el movimiento de
protesta y sus logros[2],
el gobierno y los medios de comunicación tratan infructuosamente de posicionar
la idea de que el “paro fracasó” o de que terminó “desgastado”, o que fue obra de
políticos “oportunistas” y “pirómanos” que quieren “incendiar al país” y
desestabilizarlo motivados por intereses electorales.

Esta sería la
cuarta fase del “estallido”, o sea, la de la lucha política por valorar (negativa
o positivamente) lo ocurrido a lo largo de estos casi 60 días.

Las
respuestas a la “rebelión juvenil”

Cómo el gobierno
y la derecha uribista no han logrado imponer su lectura de que el “estallido
social” fue obra del “castro-chavismo internacional”, se ha tratado de
“sectorizar” la protesta y de llevarla a ofrecer soluciones a los jóvenes
rebeldes, que según esa visión lo que exigen se reduce a estudio y empleo.

Frente a ese
tema se han expresado más o menos 4 tipos de respuestas que corresponden a
actitudes políticas y a lecturas filosóficas, algunas de las cuales -pienso- no
se excluyen totalmente:

1. La
asistencialista burguesa, que le llaman de responsabilidad social corporativa,
que les ofrece  a los jóvenes programas
de “educación, empleo, recreación, cultura, etc.”, para “mejorar” las
condiciones de explotación y dominación 
sin tocar para nada la estructura capitalista y menos impulsa
transformaciones de carácter civilizatorio frente a la dominación patriarcal, la
economía crematística, la cultura del progreso, el consumismo, etc.;

2. La
asistencialista progresista, que les ofrece casi lo mismo pero ejecutada desde
y por el Estado, por medio de gobiernos “democráticos”, aunque en el discurso
pueda que prometan “cambios estructurales” pero impulsadas desde la
institucionalidad existente (le llamo, el modelo progresista de la gestión del “Estado
heredado”);

3. La
insurreccional del tipo de “revolución proletaria-bolchevique”, que es la
fórmula clásica de las revoluciones del siglo XX para transformar el mundo (“si
derrocamos a la oligarquía financiera podremos imponer o construir -desde el
poder- el socialismo y/o comunismo”);

4. La “autonómica”,
que propone fortalecer los procesos de organización popular (“asambleas
populares auto-convocadas”, cabildos indígenas, consejos comunitarios, etc.),
aprovechar el estallido social para canalizar la energía desatada hacia la
construcción paciente y sistemática de “auto-gobiernos”, “contra-poderes”, “poder
paralelo desde-abajo”, para acumular verdadera fuerza popular y socavar el
sistema capitalista (y patriarcal, depredador, etc.), construyendo desde ahora
y en la práctica nuevas relaciones sociales colaborativas que rompan con la
lógica del capital.

De acuerdo a lo
observado hasta ahora, en las actuales condiciones políticas y organizativas de
los sectores populares de Colombia, las respuestas o lecturas 1 y 2, van a
confluir y/o coincidir en ofrecer soluciones “viables”, “posibles”, que ya se
están orquestando por medio de los “diálogos y conversaciones” locales y
regionales entre los gobiernos y los jóvenes declarados en rebeldía.

Es posible que
en el año 2022, una fórmula política progresista logre acceder al gobierno y se
convierta en el instrumento temporal para ofrecer e implementar ese tipo de “soluciones”,
con todas las limitaciones del caso y su papel desmovilizador.

La
respuesta-lectura 3, posiblemente entusiasme a los jóvenes más emocionales,
inmediatistas y cortoplacistas, pero no pasarán de ser minorías al estilo de
las que entre 1960 y 1990 se lanzaron al “monte” para dirigir la insurrección y
hacer la revolución armada.

Y la 4, puede
captar a algunos dirigentes juveniles (y a algunos más maduros) que deberán
conectarse en su praxis (práctica-teórica) con otros procesos de organización y
de construcción de pensamiento crítico a nivel latinoamericano y global, para
consolidar ese camino.

No obstante, la
profunda crisis del sistema capitalista y de la civilización del “crecimiento
material ilimitado”, será el fuego que alimentará nuevos estallidos sociales
que necesariamente se irán convirtiendo en verdaderos levantamientos, que harán
confluir -de una manera nueva y totalmente revolucionaria- a todas estas
respuestas-lecturas y miradas descritas para diseñar y construir verdaderas
soluciones.

Todo depende de
qué lectura se imponga en los balances y conclusiones que se elaboren en el
inmediato futuro.

Sobre el
“estallido social”

Decíamos en
texto anterior que este movimiento de protesta era a la vez un “paro,
huelga, estallido, minga, insurrección y fiesta popular
”. No
obstante, pienso que el carácter principal es el de un “estallido social”. Es
indudable que se produjo una “explosión”; la inconformidad y el miedo fueron
superados por la indignación y la rebeldía. Durante unos días se alcanzó a
desplegar una fuerza telúrica que movilizó a millones de personas en cientos de
municipios, y que además, conmovió a todo un país y el mundo.  

El paro y la
huelga fueron parte del acontecimiento pero fueron relativamente débiles. Sólo
algunos sectores de los docentes y otros trabajadores del Estado hicieron
huelga. El “paro” en algunos sectores de la producción fue obligado por los
bloqueos de diverso tipo que se realizaron en algunas regiones. La Minga se
hizo ver en las calles de Cali en apoyo a los jóvenes rebeldes pero terminó en
un bloqueo de carretera. La insurrección fue parcial y localizada, sin
dirección ni objetivo. La fiesta popular fue una realidad de arte y creatividad
pero fue manchada de sangre y muerte por parte de un Estado criminal.

Tres posiciones
políticas (que vienen de atrás y tienen su historia y prácticas concretas) se
manifestaron durante el transcurso de estos días de protesta popular en
Colombia. 

La que trató de
convertir el estallido en “levantamiento popular” para tumbar a Duque. Es la
visión insurreccional que intenta que todo levantamiento se convierta en una “revolución
clásica”, en donde cada grupo que impulsa esa posición tiene sus propias
expectativas, que van desde una revolución democrática a una socialista o
comunista. Dichos sectores o grupos demostraron que no tenían ni la fuerza ni
la organización para lograrlo.

La que pretendía
canalizar el estallido social hacia las elecciones del año 2022. Tampoco
demostró tener la capacidad para conducir el movimiento y evitar que la
estrategia gubernamental de infiltración, provocación, violencia asesina y
falsa negociación lograra, de alguna manera, sus propósitos de desgaste y
debilitamiento del movimiento.

La que plantea
como principal tarea promover el encuentro entre los diversos sectores que han
venido participando en el “paro”, para iniciar un proceso de organización
masiva y superar la visión inmediatista y coyunturalista que lleva a colocar
como prioridad la negociación con el Estado. Esta última posición ha logrado
algunos avances con la propuesta de construir las Asambleas Populares, pero
todavía está en una fase inicial.

La pregunta que
queda planteada es: ¿Quién o quienes canalizarán el estallido social?  Sólo el tiempo permitirá responderla.

Blog: https://n9.cl/gd5s2  

[1] CAI: Centro de Atención Inmediato de la policía nacional.

[2] Los logros concretos del movimiento son evidentes: el gobierno
retiró la reforma tributaria y la reforma de la salud fue derrotada en el
Congreso; renunciaron por efecto del “paro” los ministros de Hacienda,
Relaciones Exteriores y el Embajador en EE.UU.; se posicionó una agenda social
en educación, ayudas a pequeños y medianos productores durante la pandemia,
planes y programas de empleo para jóvenes, y otras iniciativas que el gobierno
pretende liderar. Y por sobre todo, sr ha hecho evidente la enorme desigualdad
e inequidad que existe en Colombia y el gobierno de Duque está completamente
desprestigiado a nivel interno y externo. (Nota del Autor).