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El incidente más
devastador relacionado con la contaminación radiactiva tuvo lugar a 8.000 km
del territorio continental estadounidense, durante la prueba de Castle Bravo de
1954. EE UU detonó el arma nuclear más grande de su historia en el Atolón
Bikini de las islas Marshall, generando lluvia ácida en un área que superaba
los 11.000 km. Las personas que
residían allí quedaron expuestas a la radiación y sufrieron quemaduras,
enfermedades, problemas de piel y pérdida del cabello como consecuencia.

Castle Bravo fue solo una de las
67 pruebas de armas nucleares realizadas por EE UU en Marshall entre 1946 y
1958. 40 años después, las tasas de muerte por cáncer cervical en mujeres de
las Marshall se descubrió como 60 veces superior a la media de mujeres del
continente americano. Las tasas de cáncer de pecho y pulmón son cinco y tres
veces más grandes, respectivamente. También hay un porcentaje importante de mortalidad infantil y un legado de
defectos congénitos e infertilidad. Se relocalizó a muchas personas a los EE UU
para llevar a cabo las pruebas.

Algunas personas terminaron en
Rongelap y fueron relocalizadas de nuevo cuando la lluvia de Castle Bravo
convirtió el área en inhabitable. Se repobló Rongelap en 1957 cuando el
gobierno estadounidense declaró la zona segura. Sin embargo, muchas personas
que regresaron empezaron a desarrollar problemas de salud y Greenpeace evacuó
al 100% de la población en 1984. Un intento parecido de repoblar Bikini fue
desechado en 1978 tras hacerse evidente que el área no era segura para la vida
humana.

EE UU detonó el arma nuclear más grande de su
historia en el Atolón Bikini de las islas Marshall, generando lluvia ácida en
un área que superaba los 11.000 km. Las personas que residían allí quedaron
expuestas a la radiación y sufrieron quemaduras, enfermedades, problemas de
piel y pérdida del cabello como consecuencia.

Un
estudio de 2019 encontró niveles del radiactivo isótopo
de cesio-137 
en frutas procedentes de Bikini y Rongelap que eran muy
superiores a los niveles encontrados cerca de los mayores accidentes nucleares
de la historia: Chernóbil y Fukushima.

Aún sufriendo la injusticia de
las pruebas atómicas, la República de las Islas Marshall ahora se enfrenta a la emergencia climática. El gobierno declaró una
crisis climática nacional en 2019, mencionando la extrema vulnerabilidad del
país ante la subida del nivel del mar y sus “implicaciones para la seguridad,
derechos humanos y bienestar del pueblo marshallés”. 

En la isla Runit, una de las 40
del Atolón Enewetak, la subida del nivel del mar amenaza con liberar materiales
radiactivos en una laguna ya contaminada. A finales de los 70, el ejército
estadounidense vertió 90.000 metros cúbicos de residuos radiactivos, incluyendo
plutonio, en un cráter producido por una explosion nuclear. Se limitaron a
cubrirlo todo con una capa de cemento. Se conoce a esta construcción como la
cúpula de Runit. Ahora los materiales radiactivos se están filtrando y se han
encontrado grietas en el comento. El agua salada podría conducir al colapso de la estructura.

El gobierno de Marshall ha
solicitado a EE UU que ayude a prevenir una catástrofe medioambiental pero les
respondieron diciendo que los residuos eran su responsabilidad. Hilda Heina,
entonces presidenta de la República de las Islas Marshall, declaró en 2019: “No
los queremos. No construimos esa cúpula. Los residuos en su interior tampoco
con nuestros. Son suyos”. 

Los residuos de la isla de Runit
ofrecen un triste ejemplo de la manera en que las injusticias nucleares y el
cambio climático se interrelacionan. El pueblo marshallés se ha quedado con un
legado tóxico fruto de las pruebas atómicas realizadas sobre su territorio por
otro país. Ahora deben afrontar las consecuencias de una crisis climática que
no han generado, junto con la erosión de la cúpula.

Las naciones que contribuyeron
en mayor medida a la crisis están fracasando a la hora de cortar sus emisiones
drásticamente para prevenir un mayor calentamiento global. Mientras tanto, la
población de las Marshall sufre de sequías, ciclones y el aumento del nivel del
mar. Un estudio reciente encontró que, de mantenerse las emisiones actuales,
las islas quedarán inundadas a partir de
2050
. El daño resultante en infraestructuras perdidas y contaminación de
fuentes de agua dulce será difícil de calcular.

Si EEUU renunciara a su programa
de armas nucleares, podría destinar parte de los miles de millones de dólares a
salvar la República de las Islas Marshall, a ayudar al país a mitigar y
adaptarse a la disrupción climática. EEUU podría usar sus fondos liberados para
invertir en su propia transición que
deje atrás los combustibles fósiles.

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International. Este texto es un extracto del informe de Don’t Bank on the Bomb Scotland report titulado Nuclear Weapons, the Climate and Our Environment.

Traducción de Raúl Sánchez Saura

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/desconexion-nuclear/la-perdida-del-paraiso-islas-marshall