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Hablamos sobre ello con Jorge Sequera, doctor en sociología y autor, entre otras publicaciones en torno a la gentrificación y turistificación, del libro “Gentrificación. Capitalismo cool, turismo y control del espacio urbano”, editado en 2020 por Los Libros de la Catarata.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de turistificación
urbana? ¿En qué consiste este proceso y qué efectos tiene sobre
las habitantes de la ciudad?

La turistificación urbana es la manifestación material e
intangible de la hiperpresencia de la economía del turismo, que
desemboca en transformaciones urbanas y sociales en un territorio
determinado. Por un lado, la gran expansión espacial de los
servicios orientados al turismo que colonizan las zonas del centro de
la ciudad está provocando la destrucción del tejido social
y económico de los barrios centrales de la ciudad turística. A su
vez, las calles principales de las “Ciudades Turísticas” también
eran colonizadas por grandes tiendas de ropa y marcas
multinacionales, afectando gravemente al paisaje comercial
tradicional y haciéndolo residual en el centro de la ciudad. Junto a
esto, la expansión de las franquicias (incluyendo locales de comida
rápida y bares low cost) que ha supuesto el cierre de un
gran número de locales de hostelería, cultura y entretenimiento,
homogeneizando gustos y lugares.

En Europa, en particular, la reciente ola de turistificación de
sus grandes ciudades ha tenido como protagonistas a empresas
emblemáticas como Airbnb,
Uber o Glovo,
a menudo alimentadas (y apoyadas) por fondos de inversión que habían
entrado rápidamente en este sector, que, junto con la expansión de
las compañías aéreas de bajo coste desde mediados de los
años noventa ha provocado un aumento significativo de la presión
sobre los vecinos que residen en los barrios del centro de las
ciudades en particular, con fuertes repercusiones sociales,
espaciales y económicas. Como consecuencias inmediatas, la
hotelización de la vivienda, el aumento del transporte
urbano privado no regulado (por ejemplo, Uber) y de formas privadas
de micromovilidad (Segways, alquiler de bicicletas, tuk-tuks, etc.)
son parte del nuevo paisaje urbano de muchas ciudades del mundo.

Pero también- y esto hay que recalcarlo, porque es fácil
perderle la pista- los cambios en las formas cotidianas de habitar el
espacio, el lugar. Son las formas de relacionarse en la vida
cotidiana con estas economías del turismo urbano -como trabajador,
como vecino, como turista o como porqué no, como especulador, y en
ocasiones como combinación de varias- las que producen verdaderos
cambios en las subjetividades que viven en la metrópoli. Se
articulan por tanto diferentes imaginarios alrededor de cómo habitar
el barrio/la y lo urbano: resistentes, especuladores o desplazados,
conformados a su vez -y no siempre necesariamente en el orden que
imaginamos- por los vecinos/as de los barrios turistificados, los
trabajadores/as dependientes de la economía Airbnb, los anfitriones
y los huéspedes.

¿Cómo se ha materializado este proceso de
turistificación en Madrid? ¿Qué políticas concretas lo han
facilitado o promovido?

El turismo inmobiliario español y su modelo turístico de “sol
y playa”, sostenido los últimos 50 años sobre una geografía del
blanqueo de capitales, la prevaricación y los delitos sobre la
ordenación del territorio y el urbanismo, encontraba en el centro de
las ciudades nuevos nichos de mercado sin explorar. Las políticas
urbanas se rendían ante este capitalismo de plataformas y utilizaba
el turismo urbano como salvavidas de la anterior Gran Recesión
(2008-2016). Así, las nuevas operaciones especulativas del sector
financiero del turismo se fijaron en las grandes ciudades como
estrategia-refugio. Este era el caso de las grandes ciudades del Sur
de Europa: de Roma a Atenas, de Madrid a Lisboa. Esto hizo que
durante el último lustro el turismo urbano se convirtiera más que
nunca en un elemento central de la transformación espacial,
económica, social y cultural de los territorios metropolitanos de
todo el mundo. Como resultado de un movimiento de “la playa” a
“la ciudad”, los inversores y sus operaciones especulativas
favorecieron un intenso proceso de turistificación urbana en las
mayores ciudades españolas y portuguesas a través de la compra de
vivienda y su reconversión en alojamiento turístico.

Sin ir más lejos, el capitalismo digital y de plataforma (y no
sólo el icónico y manido Airbnb) es uno de los sectores
aparentemente victoriosos de esta crisis y parte fundamental de esos
cambios que se han acelerado en plena pandemia. Mediante nuevos
patrones de consumo y una globalización asimétrica de la cultura
digital, nos situamos ante un amplio cambio social y urbano, donde
los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), los NATU (Netflix,
Airbnb, Tesla, Uber), los BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi) o
las empresas del `capitalismo de app´ como Deliveroo, Glovo (o las
recientes “dark kitchen”) están siendo uno de los principales
actores de este nuevo escenario urbano tecnosocial. Estos cada vez
tienen más fuerza para configurar la vida en las ciudades, y el
contexto de pandemia no ha hecho más que extender su consumo y
dominio sobre ciertas esferas laborales y sociales, tanto en términos
de usos como de estilos de vida o nuevas formas de trabajo emergente.

En “Resistencias
contra la ciudad turística. Airbnb en Madrid
”, Javier Gil y tú
hacéis un repaso por el movimiento de lucha contra este fenómeno en
el barrio de Lavapiés, donde colectivos como Lavapiés ¿dónde
vas? 
, la PAH o el Sindicato
de Inquilinas
, entre otros, elaboraron en 2018 una
propuesta de desarrollo de un Plan Especial de Ordenación Turística
(PEOT) acompañado de una moratoria a la concesión de licencias para
cualquier tipo de plazas turísticas hasta la aprobación de dicho
plan. Otro ejemplo interesante es la ciudad de Lisboa, donde muchos
colectivos por el derecho a la vivienda han puesto el foco desde hace
años en el turismo. ¿Podrías hablarnos brevemente de ellos?

La turistificación de las áreas urbanas centrales, especialmente
(pero no exclusivamente) en las ciudades del sur de Europa, consiguió
lo que otros movimientos sociales urbanos antiespeculación
(antigentrificación, entre otros) no habían conseguido aunar: un
consenso alrededor de los impactos negativos más visibles de la
ciudad turística (masificación, ruidos, saturación de transportes
públicos, reconversión de barrios en parques temáticos, uso de
vivienda para terciarizarla y convertirla en pisos turísticos o en
los impactos sobre la segregación y elitización del ocio nocturno).
Como ejemplos de acción colectiva de resistencia contra la
turistificación en España y Portugal, grupos como Lavapiés
Donde Vas
en Madrid, la Assemblea
de Barris pel Decreixement Turístic
en Barcelona, Ciutat
Per A Qui L’Habita
en Palma, Islas Baleares; CACTUS
Colectivo-Asamblea Contra la Turistización en Sevilla
, o
Habita! Associação
pelo direito à habitação e à cidade
, Morar
em Lisboa
o Stop
Despejos
en la ciudad de Lisboa, ponían el foco en estas
voraces dinámicas de extracción de valor urbano.

Sin embargo, y esto puede que no guste a algunos, estas luchas son
en algunos casos dispares y no las componen ni mucho menos, los
mismos actores sociales. En esta amalgama de asociaciones vecinales
que hacen frente a la turistificación, podemos encontrar paradójicas
alianzas, donde propietarios de clase media-alta que habrían llegado
con las primeras olas de la gentrificación y que tras haber cogido
posición en el lugar, estas nuevas dinámicas que vendrían a
degradar y contaminar su espacio colonizado hace que levanten su voz
junto a clases populares y colectivos con fuerte presión para la
expulsión de sus barrios. Esto ha ocurrido con algunas asociaciones
vecinales de Centro, en el caso de Madrid, que manifestaban su
interés por la moratoria de pisos turísticos pero circunscrita sólo
al Centro de Madrid, olvidando a los barrios periféricos (mientras
que otros colectivos antituristificación de índole más autonomista
sí los incluían como parte de la moratoria). En el caso de Lisboa
pasa algo parecido. Si bien algunos de los colectivos mencionados
tienen una labor fundamental, aunque compuestos en su mayoría por
intelectuales y académicos que orbitan alrededor de partidos de
izquierda portugués, existen otros, de claro tinte reaccionario,
fundados por clases medias-altas locales. En barrios portuarios como
Cais Do Sodré que comenzó un proceso de gentrificación “al uso”,
fue posteriormente tomado por el ocio nocturno turistificado, y
aquellos que compraron sus lofts rehabilitados en edificios fabriles
y portuarios descubren que ya no son cobijo para la vida urbana
central que esperaban.

Para terminar, ¿qué crees que nos espera los próximos
años? La pandemia ha dado una tregua temporal a este crecimiento
turístico incontrolado, pero la excusa de la crisis económica puede
convertirse en un nuevo pretexto de las administraciones para
continuar favoreciendo al sector, retrocediendo en el debate de la
regulación/limitación que había conseguido ponerse sobre la mesa.
¿Debemos prepararnos para una nueva ofensiva turística?

La debilidad estructural de la economía del turismo en España y
Portugal, sus altas tasas de temporalidad laboral (estacionalidad) y
sus bajos salarios (precariedad), han terminado por trastocar el
tablero de juego de un sector que hasta ahora se sentía plenamente
legitimado, incuestionable. Lo cierto es que el sector del turismo
tiene un salario medio un 17% más bajo (19.000 € al año) que
la media de España, un 30% más bajo que el de la industria
(27.000 al año), con una tasa de temporalidad laboral desorbitada y
en un 60% con contratos a tiempo parcial, según la propia
patronal. Para el caso de Portugal, se estima en un 30% más bajo del
salario medio de 2017. De hecho, este verano aún pandémico se están
sucediendo las noticias de la falta de personal para la hostelería
en lugares playeros y la preocupación de la patronal al respeto. Y
recordemos la oferta de trabajo publicada en
twitter de 12-15 horas diarias
y un día libre por 800 euros al
mes y pensemos en la cantidad de abusos que existen en el sector.

Así, por un lado el turismo ha sido tocado pero ni mucho menos
hundido. Es cierto que ha perdido la legitimidad que tenía en
nuestra dependiente economía nacional. Perder legitimidad, sin
embargo, no parece ser sinónimo de cambio. Los distintos gobiernos,
tanto nacional como regionales, ya han destinado ingentes cantidades
de recursos para reflotar un sector que nos volverá a posicionar
como “el bar” de Europa. Era un buen momento para que se
diversificara nuestra economía, dependiente del ladrillo (al que
irán destinadas grandes partidas del Plan Marshall postcovid para
rehabilitación) y del turismo (al que se le está asistiendo
artificialmente), mientras las grandes cadenas hoteleras, en su día
firmes detractoras de los pisos turísticos, se posicionan ahora en
el mercado que, con titubeos y ambigüedad, están poniendo un pie en
estructuras como Airbnb. Además, también estamos viendo nuevas
formas de hibridación que podrían hacer indistinguibles con el
tiempo a modelos como Idealista o Airbnb, en tanto se solapan
mercados, en busca de una mayor fragilidad y volatilidad de las
biografías urbanas de sus habitantes. En paralelo, mercadotecnia
propia de estrategias de atracción público-privadas que ya hemos
visto en otras ocasiones, llaman ahora “nómadas digitales” a los
que un día fueron “las clases creativas”, ayudando con la
asunción de la existencia de tal subjetividad-fantasma a empujar
este tipo de procesos. Detrás, entre bambalinas, la realidad trágica
del capitalismo urbano persiste, con una serie de trabajos precarios
y en muchos casos de vuelta al destajo, profundamente feminizados y
racializados, que sostienen la ciudad sobre la desigualdad urbana.

Gentrificación. Capitalismo cool, turismo y
control del espacio urbano
Jorge Sequera

Editorial Catarata, Madrid 2020. 96 págs.

Que la gentrificación constituye la única solución viable para
los barrios abandonados es un argumento que desde algunos sectores
involucrados se repite como un mantra, legitimando así uno de los
principales mecanismos contemporáneos de gestión urbana neoliberal,
enmascarada bajo conceptos ambiguos como regeneración,
revitalización o renacimiento. La industria cultural y la
creatividad, de la mano de políticas de control sobre el espacio
público, son el perfecto anzuelo para el turismo, la atracción de
inversiones y el negocio de lucrativos mercados inmobiliarios. Las
nuevas clases medias, atraídas por fenómenos como la mezcla social,
la escena alternativa o el imaginario de la cultura popular, eligen
estos barrios previamente desvalorizados convirtiendo rápidamente el
deterioro urbano en un producto chic. Su cara oculta es la
expulsión, la segregación y el desplazamiento de aquellos que ya no
se consideran rentables. En los últimos años, la turistificación,
alimentada por el crecimiento del capitalismo de plataforma que
convierte viviendas en hoteles, es uno de los mayores desafíos
actuales a la hora de repensar la ciudad. Complemento o antítesis de
la gentrificación, este “turismo depredador” hace que la ciudad
se convierta en un gran museo, donde el paisaje comercial tradicional
de algunas zonas urbanas tiende a disneyficarse y
franquiciarse, provocando profundos cambios socioculturales,
desigualdad urbana y nuevas precariedades.

Fuente:
https://www.todoporhacer.org/la-ciudad-turistificada-entrevista-a-jorge-sequera/