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Esta es la situación que en estos momentos está sufriendo la industria cárnica catalana. En el capítulo de los costes, el principal, la materia prima con la que alimentan a sus animales, los piensos (uno de cuyos ingredientes principales es la soja importada, brasileña, transgénica y apestada de glifosato) se ha encarecido al menos entre un 20% y un 40% en muy poco tiempo, por escasez y por especulación. El disparado incremento de la energía también afecta fuertemente a estas empresas muy tecnificadas, y lo mismo pasa con otro de sus gastos importantes, el transporte marítimo (implicado en la importación de materia prima y en la exportación del producto final) que, colapsado, ha multiplicado por diez el precio de alquilar un contenedor.

Peste porcina superada

En el capítulo
de ventas, el sector está perdiendo a su principal cliente, China, que absorbía
más de una tercera parte de toda la producción catalana. Durante unos cinco
años, la epidemia de peste porcina que afectaba al país asiático fue un
estímulo para la ampliación de granjas o la creación de nuevas porque la
demanda era muy alta y las ventas estaban garantizadas. Pero todo sueño tiene
su despertar y China está superando su crisis porcina y, además, está
promocionando que se produzca para ellos en otros territorios a costes más
bajos.

Dos buenos
indicadores para analizar la caída del precio por la reducción de la demanda es
comparar los precios en Mercalleida del cerdo de engorde y del lechón de 20 kg.
El primero, en junio de este 2021 se pagaba a 1,55 € el kilo, ahora en octubre
se paga por debajo de 1,07. En el caso del lechón, hemos pasado de 66,50 € a
solo 18,00 €.

¿Preocupante?
Sí, me consta que el sector está muy preocupado. ¿Qué pueden hacer para salir
de esta pesadilla? Repercutir el incremento de los costes en el precio final de
sus productos todavía haría más difícil su venta. Reorientar la producción
hacia otros mercados internacionales es complicado, no existe en el planeta
Tierra otra China. Reforzar el mercado local sería una buena opción si no fuera
porque la sobredimensión de esta industria no la puede absorber una población
con un consumo saturado de carne. Y la opción de los asesores economistas,
cuando recomiendan “paren durante un tiempo las máquinas hasta que todo vuelva
a la normalidad”, tiene dos graves inconvenientes: primero que las cerdas y los
cerdos no son máquinas que puedes parar, comen cada día, y segundo, que su
normalidad es solo un deseo imposible. La propia Agencia Mundial de la Energía
reconoce que en 2025 dispondremos de un 30% menos de petróleo.

Ya es hora de
que la administración y el sector asuman que el modelo de agroindustria no es
sostenible ni ecológicamente ni económicamente. Que no sufrimos el estallido
coyuntural de una burbuja, sino que nos encontramos en un colapso del sector. Y
que el camino pasa por un decrecimiento que, en este caso, significa sustituir
las megagranjas que juegan a la globalización por pequeñas granjas que
alimentan a los animales con pastos y granos del territorio para ofrecer
alimentos, en la cantidad justa y con la máxima calidad, a la población local.

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Fuente: https://gustavoduch.wordpress.com/2021/12/07/ha-llegado-el-colapso-porcino/