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Que el sistema-mundo capitalista está en una fase crítica de cambio y cronificación de la crisis económica es asumido por todas las grandes corporaciones del capital y sus instituciones gobernantes, el Foro Económico Mundial lleva hablando desde el inicio de la pandemia de covid19 de un plan de “Gran Reset” para reconstruir la economía mundial y dirigirla a un nuevo ciclo de acumulación. Este cambio de paradigma se enmarca como la finalización y profundización lógica a lo que podemos denominar, siguiendo las palabras del sociólogo Andrés Piqueras, como la Segunda Gran Crisis de Larga Duración del capitalismo que comenzó hacia 1973 y que encontró su salida temporal en el marco de regulación en el modelo financiarizado-neoliberal. El fin de este modelo puede estar llevándonos en la actualidad hacia otra Gran Mutación del modelo de acumulación-regulación capitalista.

Sin embargo, pese a los cantos
de sirena que se lanzaron a comienzos de la pandemia augurando un nuevo modelo
de “keynesianismo pandémico”, sobre todo desde ámbitos políticos progresistas,
que se basaría en una suerte de vuelta al paradigma del Estado redistribuidor,
la actual crisis inflacionaria y bélica demuestran que los derroteros de la
gobernanza capitalista apuntan hacia un modelo de escasez marcado por la
pobreza y proletarización crecientes. Todo esto junto al intento de control de
la exclusión y sus problemas sociales vía políticas estatales de subsistencia
mínima.

Es evidente que vivimos un periodo de transición hacia algo nuevo, y que a todos ojos no se parece en nada a los “felices años” posteriores a la Segunda Guerra Mundial

Tal
y como plantea Giovanni Arrighi, uno de los autores más
destacados del paradigma del sistema-mundo capitalista, cada vez que sucede una
crisis por los excesos del capital financiero sobre el productivo, esta marca
la señal de la decadencia de cierto modelo de crecimiento y de la potencia que
se ha hecho hegemónica con el mismo. En esa fase nos encontramos, a una década
del estallido del sistema financiero y con tensiones geopolíticas crecientes
por el dominio mundial. Pese a no poder vislumbrar todas las características de
esta nueva fase, es evidente que vivimos un periodo de transición hacia algo
nuevo, y que a todos ojos no se parece en nada a los “felices años” posteriores
a la Segunda Guerra Mundial.

Los
cambios de fase capitalista

Como hemos mencionado, el
capitalismo occidental lleva décadas en crisis, destacados economistas
marxistas y heterodoxos hablan de una larga depresión al menos desde la década
de 1970 hasta la actualidad. Y los datos estadísticos oficiales demuestran esta tesis;
las tasas de reinversión y productividad no han hecho más que caer en las
últimas décadas, pese a que se ha tratado de mantener viva la demanda agregada
vía crédito fácil, burbuja que estalló con la crisis del 2008. Pero esta vez
nos encontramos ante una nueva dimensión de la crisis, ya que el capitalismo se
acerca a lo que podemos llamar sus límites biofísicos; por lo tanto, además de
sus límites internos debe enfrentarse a los externos, a que los recursos del
planeta que han asegurado su reproducción en el tiempo son finitos.

Arabía Saudí ha advertido de que ya ha
llegado a su techo de producción de petróleo y que, pese a seguir siendo el
principal productor de petróleo del mundo, no tendrá capacidad adicional para
aumentar la producción por encima de los 13 millones de barriles por día que se
comprometió a tener para 2027. El petróleo sigue siendo una pieza clave en
todos los procesos productivos e imprescindible para todo el sistema de
transportes. La crisis no es solo un bache puntual, sino que va a traer cambios
que serán instaurados como temporales, pero vendrán para quedarse, como el del
racionamiento de energía a todos los niveles.

Pero, además, el sistema
capitalista arrastra la habitual contradicción entre el valor ficticio generado
por el entramado financiero mundial y la plusvalía y valor real producido, lo
que responde a un estancamiento de la tasa de ganancia que vuelve a caer en
nuestros días. Muestra de ello es que la producción
industrial global cayó un 2,7% en abril, tras haber caído un 1% en marzo.
Concretamente, en Alemania, la principal potencia industrial europea, el
componente de compras prospectivas e inventarios manufactureros medido por el
índice PMI (Índice de Gestores de Compras, por sus siglas en inglés) ha caído
en picado hasta los niveles de 2008, por lo que es probable que la fabricación
alemana y la demanda industrial mundial ya estén en recesión.

El fin del ciclo financiarizado
con centro en Estados Unidos lleva en declive más de una década, pero ninguna
otra zona de la geografía del sistema-mundo capitalista muestra de momento el
suficiente dinamismo como para poder arrastrar al sistema mundial en su
conjunto a un nuevo ciclo de acumulación basado en la producción real de valor
y ganancia. Además de que este nuevo ciclo se enfrentaría a los mencionados
límites biofísicos. Ante este agotamiento de reservas energéticas y primarias
vitales puede surgir un modo de regulación y gobernanza capitalista nuevo, con
la guerra por los recursos como elemento de regulación a nivel externo y la
imposición de medidas de racionamiento a la población a nivel interno. De todas
maneras, el impacto y alcance de este nuevo modo de regulación capitalista
tendría distintos efectos y formas en la periferia o en el centro del sistema.

Capitalismo
de escasez en la periferia

Está claro que esta posible
transición hacia un modelo de regulación capitalista donde la escasez y el
racionamiento sean la norma social no afectará por igual a los países del
llamado centro del sistema que a los de la periferia. Ya que en estos segundos
la escasez material real ha sido la norma más que la excepción durante los
siglos de modernización capitalista. Sin embargo, podemos decir que, en esta
fase bélica de reconfiguración de las relaciones capitalistas globales, la
llamada periferia de tardía industrialización se verá especialmente golpeada
por las interrupciones en las cadenas de suministros de alimentos, pudiendo
producirse hambrunas a gran escala como la que ya se vislumbra por el bloqueo
del trigo ucraniano y la solución que han tenido que buscar las potencias
globales para su desbloqueo provisional.

El trigo de Ucrania y Rusia se
exporta principalmente a Oriente Medio y al norte de África. Por su parte,
Rusia es el mayor exportador mundial de fertilizantes, con un 15% del
suministro mundial. En la actualidad, de los 195 países del mundo, al menos 34 son
incapaces de producir su propia comida debido a limitaciones de agua o de
tierra, de estos 34 la mayoría se sitúan en la lista de los principales
importadores alimenticios de Rusia y Ucrania, situados en la región del Norte de África y Oriente Medio.
Entre estos países también hay claras diferencias, los países productores de
petróleo del Golfo pueden acceder a otras vías de suministro de alimento
gracias a sus divisas procedentes de los hidrocarburos, pero existen otros
países africanos que no, ya que dependen de que el trigo ruso y ucraniano es
más barato por su calidad proteica inferior respecto a otros exportadores de
esta materia prima.

Por ejemplo, Egipto, que obtenía
hasta ahora más del 85% de sus importaciones de trigo de la región del Mar
Negro y necesitará encontrar proveedores alternativos, que serán más caros. Otros
países de la región, como Yemen y Siria, están en una posición aún más grave a
causa de su dependencia de las ayudas alimentarias, ya que el Programa Mundial
de Alimentos (World Food Program) tiene también dificultades para
aprovisionarse. En una época donde el índice de precios alimenticios ha llegado
a récords históricos, la predicción del Programa Mundial de Alimentos de las
Naciones Unidas 
es que 2022 será “un año de hambre
catastrófica”.

Precisamente, los datos de la misma FAO ya
alertan de que la inflación alimentaria mundial ha hecho subir de manera
considerable y en el rango temporal de un solo año el porcentaje de personas en
situación de inseguridad alimentaria, sobre todo en África, América Latina y el
Caribe. En este contexto, los países más desfavorecidos ya han optado por una
estrategia de proteccionismo alimentario. Uganda y Ghana han prohibido la
exportación de granos y otros productos agrícolas. Este último país ha vivido
una subida repentina del 27% de la inflación y numerosas protestas recorrieron
las calles del país el mes de mayo por la situación de hambre que empezaba a
expandirse.

Al problema del hambre se le une
en la periferia global el de la deuda y la subida de tipos de interés
generalizada, que dificultará la refinanciación de los Estados más débiles y
mermará su capacidad importadora de alimentos y de otros bienes básicos. La
quiebra de Sri Lanka puso de relieve que el problema de financiación de los
países capitalistas es de máxima actualidad. Según una información publicada por el portal de noticias
económicas Bloomberg
, hay al menos 15 países con riesgo de incurrir
en impago en los próximos meses, con una prima de riesgo por encima del 10%
(>1000 bps), entre los que destacan países como Líbano, Bielorrusia, Ucrania
o Túnez.

Las consecuencias de las
turbulencias económicas globales son claras, más de 260 millones de personas
adicionales podrían verse sumidas en la pobreza extrema este año 2022, según un reciente informe de la ONG Oxfam Intermón. Tal
es la situación, que la clase capitalista ha comenzado a alertarse por las
posibles consecuencias sociales de esta desigualdad creciente. Larry Flink, CEO
de BlackRock, se ha pronunciado advirtiendo de que le
preocupa mucho más la subida de los precios alimentarios que la de los de la
gasolina u otros carburantes.

Capitalismo
de escasez en el sistema central

En los países del centro del
sistema-mundo capitalista, como en Europa, la situación no llegará hasta el
extremo de una escasez tan generalizada, pero sí que se instaurará un nuevo
régimen regulatorio en el que los precios altos de la energía y su
racionalización de uso se instaurarán como realidades permanentes. Pese a la
intervención que distintos gobiernos puedan realizar sobre la factura de la
luz, la verdad es que el tiempo de la energía barata parece haber llegado a su
fin. Por ejemplo, y pese a la relativa prontitud para un juicio absoluto, el
tope al precio de la energía impuesto por el Gobierno de España ha rebajado la
factura de la luz, pero según datos de Facua, la factura de junio de este año
fue la tercera factura más cara de la historia: el usuario medio abonó 133,85
euros, un 65% más que hace un año.

En cuanto a la cantidad de gas
real que acumula la Unión Europea actualmente, en total, los Estados miembros
acumulan 597 TWh de gas (teravatios por hora) de los 1.100 TWh de capacidad
total con la que cuenta la UE, una cantidad cercana al 55%. Para octubre la UE
espera tener sus depósitos de gas al 90%. Para ello, y debido a que los
gasoductos provenientes de Rusia están funcionando a capacidades bastante
alejadas de sus máximos, la UE ha propuesto ya a sus Estados miembros un plan
de ahorro energético, que ha comenzado a aplicarse en pleno verano, sin esperar
al invierno.

El país que más va a sufrir es Alemania, ya que cuenta con la industria europea más dependiente del gas natural ruso, debido a su política de descarbonización y cierre de centrales nucleares y escasa sustitución por otras fuentes de energía

El
objetivo es que entre familias y empresas se ahorren entre 45.000 millones y
30.000 millones de metros cúbicos de gas. Sin embargo, no es lo mismo el ahorro
que puede realizar una familia al de una rama industrial totalmente dependiente
del gas natural, como es el caso de los hornos de las fundiciones de algunas
industrias. En este sentido, el país que más va a sufrir es Alemania, ya que
cuenta con la industria europea más dependiente del gas natural ruso, debido a
su política de descarbonización y cierre de centrales nucleares y escasa
sustitución por otras fuentes de energía.

La Comisión Europea lo ha dejado claro, por
ahora, este ahorro energético no responde directamente a ninguna política
climática, el objetivo es amortiguar la situación de emergencia que supondría
un parón en la industria alemana por la falta de energía y que supondría un
“momento Lehman” de hundimiento para toda la economía europea. Por eso los
Estados miembros ya están aplicando políticas de ahorro energético. Desde
controlar las temperaturas de aires acondicionados y calefactores en lugares
públicos, hasta recomendaciones de duchas más cortas o de mantener todos los
electrodomésticos apagados en caso de no estar usándose. Las medidas son
variopintas, pero sin duda está claro que este invierno va a ser más oscuro y
frío de lo que los países occidentales estaban acostumbrados.

El alcance del racionamiento
energético dependerá de dos factores: el primero, el clima, ya que un invierno
duro y frío podría disparar la demanda de gas natural para calentar los
hogares. El segundo factor es la demanda internacional de gas, si países con un
gran consumo industrial como China recuperan su consumo prepandemia podemos
encontrarnos en una situación donde el flujo de gas ruso se incremente hacia el
sureste asiático en detrimento de Europa. De todas maneras, un corte total a
Europa por parte de Rusia parece imposible, ya que supondría un gran
desbarajuste en los ingresos gubernamentales rusos; dado que, hoy por hoy, los
países europeos son los mayores clientes de gas ruso. Una situación que no
puede revertirse en el corto plazo, debido a todas las infraestructuras que
requeriría construir en poco tiempo.

En consecuencia,
independientemente del alcance que finalmente tenga el racionamiento
energético, lo que ya se puede vislumbrar es que de este invierno la clase
obrera europea saldrá notablemente más empobrecida, ya que la mayoría de la
población europea ha estado enfrentando durante todo el año 2022 unas cifras de
inflación cercanas al 10%. Al contrario, como ejemplo paradigmático, según datos del ministerio de Trabajo español, los
salarios subieron en el primer trimestre una media del 2,36%, lejos de las
cifras que marcaba el IPC, siempre superior al 6%.

Por tanto, el relato del ahorro
energético también tiene consecuencias psicosociales en el sentido de que gran
parte de la población percibe que sus ahorros se han reducido, pero ahora
existe un relato en pro del ahorro y de una vida más austera justificado por el
escenario bélico. En este contexto, la tasa de ahorro de los hogares españoles ha
entrado en negativo en el primer trimestre por primera vez en tres años, lo que
presupone que los ahorros acumulados durante la pandemia no eran tan grandes
como el relato oficial presuponía. El índice de confianza de los consumidores
de la eurozona se ha hundido también hasta niveles mínimos desde el año 2012,
en plena crisis del euro.

Este escenario de capitalismo de
escasez va a tener repercusión en las legislaciones nacionales, que preparan un
escenario de mayor castigo para controlar a una población más pauperizada. El
Congreso de los Diputados español dio luz verde en junio a una reforma del
Código Penal que prevé castigar con prisión pequeños hurtos en caso de
reincidencia. Todo ello con el objetivo de estigmatizar a quienes más va a
afectar este encarecimiento de la vida, como menciona el juez Ramiro García de Dios Ferreiro,
por regla general, de 23 juicios señalados en el conjunto de los juzgados, 20
son exclusivamente de tentativa de hurto de productos de menos de 400 euros en
comercios.

Otros Estados europeos preparan
también un endurecimiento de su normativa legal en el ámbito laboral. Noruega, uno de los principales sustitutos
exportadores de gas y petróleo en detrimento de Rusia, intervino el derecho a
huelga de los trabajadores de la empresa estatal energética a finales de junio
por el miedo de que las reclamaciones huelguísticas de los trabajadores por un
alza salarial pudieran disminuir en un 13% el suministro de gas del país.

Conclusiones
políticas

No es la primera vez en la
historia del sistema capitalista mundial en la que coinciden una crisis
energética y una crisis inflacionaria, ya que el mismo escenario se vivió en
los años posteriores a la conocida crisis del petróleo de 1973. Sin embargo, en
aquel entonces la economía capitalista mundial solamente comenzaba a vivir el
largo declive que sufriría en las siguientes cinco décadas, con la
concatenación incesable de crisis de mayor o menor medida solamente paliadas
vía crédito y crecimiento artificial, al menos en el polo
europeo-estadounidense. Ojo, que el escenario sea de escasez no quiere decir
que las grandes empresas oligopólicas que gestionen esta escasez vayan a dejar
de tener beneficios extra, ya que el precio al alza les favorece, como demuestran las cuentas de récord de las principales
empresas energéticas
.

Tras el shock pandémico, que ya introdujo nuevas modalidades en la regulación social, bajo el escenario bélico podemos avanzar a lo que todas luces se puede caracterizar como un capitalismo donde el consumo de energía y ciertos recursos será el primer objetivo social a regular

Además,
al contrario que en la década de 1970, hoy no existe un movimiento obrero
fuertemente organizado en la mayoría de países occidentales. Coincidiendo con
la crisis inflacionaria de los años 70, la mayoría las patronales doblaron el
brazo de la clase obrera organizada imponiendo pactos de rentas muy por debajo
de la inflación, al estilo de los Pactos de la Moncloa. Sin embargo, lo que en
el contexto actual destaca es la existencia de una amplia capa de población
excluida temporal o permanentemente de los circuitos del trabajo asalariado, lo
que la hace todavía más dependiente de las ayudas estatales de subsistencia mínima
que se le puedan ofrecer. Tras el shock pandémico,
que ya introdujo nuevas modalidades en la regulación social, bajo el escenario
bélico podemos avanzar a lo que todas luces se puede caracterizar como un
capitalismo donde el consumo de energía y ciertos recursos será el primer
objetivo social a regular. Bienvenidos al capitalismo de escasez.

José Castillo. Es investigador doctoral en el departamento de Geografía Política de la Universidad Complutense de Madrid.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion/bienvenidos-al-capitalismo-de-escasez