Escolha uma Página

Él representa la estirpe derechista del Capitán que ha traído la
mayor desgracia y vergüenza a nuestro país, por su incompetencia en el
trato de la pandemia, porque le falta cualquier indicio de un proyecto
nacional, por establecer la mentira como política de Estado, por su
absoluta incapacidad para gobernar y por dar claras señales de
comportamiento desviado. Miente tan perfectamente que parece verdad la
mentira de la cual es consciente. La victoria del Capitán es fruto de un
inmenso y bien tramado fraude para suscitar el antipetismo, poniendo la
corrupción endémica del país como si fuese cosa exclusiva del PT,
cuando sabemos que la del mercado (evasión fiscal de las empresas) es
decenas de veces mayor que la política, defendiendo algunos valores de
nuestra cultura tradicionalista, ligada a un tipo de familia moralista y
a una comprensión deformada de la cuestión de género, alimentando
prejuicios contra los indígenas, los afrodescendientes, los quilombolas,
los pobres, los homoafectivos, los LGBTI, y divulgando millones de fake news,
calumniando con difamación perversa al candidato Fernando Haddad.
Informaciones seguras constataron que cerca del 80% de las personas que
recibieron tales falsas noticias, las creyeron. 

Detrás del triunfo de esta extrema-derecha, han actuado fuerzas del
imperio, particularmente de la CIA y de la Secretaría de Estado de
Estados Unidos, como ha sido revelado por varios analistas del área
internacional. Ahí también han actuado las clases pudientes, notorios
corruptos por evadir mil millones de impuestos anuales, una parte del
Ministerio Público, las operaciones del Lava-Jato, teñidas de intención
política, para estremecimiento del derecho y de la exención necesaria,
parte del STF, ycon expresiva fuerza el oligopolio mediático y la prensa
empresarial conservadora, que siempre ha apoyado los golpes y se siente
mal con la democracia.

La consecuencia es el actual descalabro sanitario, político, jurídico
e institucional. Es falaz decir que las instituciones funcionan.
Funcionan selectivamente para algunos. La mayoría de ellas ha estado y
está contaminada por motivaciones políticas conservadoras y por el deseo
de alejar a Lula y al PT de la escena política, por representar las
reivindicaciones de las grandes mayorías explotadas y empobrecidas,
colocadas siempre al margen.

La justicia ha sido vergonzosamente parcial, y lo ha sido
especialmente por parte del justiciero ex juez federal de primera
instancia, ahora candidato, que hizo de todo para meter a Lula en la
cárcel, aun sin pruebas materiales para tanto. Él siempre se ha movido
no por el sentido del derecho, sino por el law fare (distorsión
del derecho para condenar al acusado), por el impulso de rencor y por
convicción subjetiva. Se dice que estudió en Harvard. Allí estuvo solo
cuatro semanas para en el fondo encubrir el entrenamiento recibido de
los órganos de seguridad de Estados Unidos en el uso del law fare.
Consiguió impedir que Lula fuese candidato a la presidencia, cuando
contaba con la mayoría de las intenciones de voto, y hasta le
secuestraron el derecho a votar.

Ahora Moro se presenta como candidato a la presidencia arrebatando al
Capitán la bandera del combate contra la corrupción, cuando él se
distinguió por actos corruptos y por conchabarse con los grandes
contratistas para hacer delaciones forzadas que incriminasen a Lula y a
miembros del PT.

La victoria fraudulenta del Capitán (principalmente mediante los millones de fake news)
legitimó una cultura de la violencia. Esta ya existía en el país a
niveles insoportables (los más de 30 a 40 mil asesinatos anuales), pero
ahora se siente legitimada por el discurso de odio que el candidato y
ahora presidente sigue alimentando. Tal realidad siniestra ha traído
como consecuencia un fuerte desamparo y un angustioso vacío de
esperanza.

Este escenario adverso al derecho y a todo lo que es justo y recto ha
afectado nuestras mentes y nuestros corazones de forma profunda.
Vivimos en un régimen militarizado y de excepción, en tiempo de
pos-democracia (R.R. Casara). Ahora es importante rescatar el carácter
político-transformador de la esperanza y de la resiliencia, las únicas
que nos podrán sostener en el marco de esta crisis sin precedentes en
nuestra historia.

Tenemos que superarla, no considerando la situación actual como una
tragedia que no tiene remedio, sino como una crisis fundamental que nos
obliga a resistir, a aprender de esta escabrosa situación y salir más
maduros, experimentados y seguros, también de la pandemia, para definir
un nuevo camino más justo, democrático y popular.

Urge aplicar el principio esperanza, que es ese impulso interior que
nos lleva a movernos siempre y a proyectar sueños y proyectos viables.
Son los que nos permiten sacar sabias lecciones de las dificultades y de
los eventuales fracasos y nos hacen más fuertes en la resistencia y la
lucha. Recordemos el consejo de Don Quijote: “no podemos aceptar la
derrota sin dar antes todas las batallas”. Las daremos y venceremos.

Importa evitar, dentro de la democracia, la continuidad del actual y peor proyecto para el país, trenzado de odio, persecución, negacionismo de la ciencia y de la gravedad letal de la covid-19, ejecutado actualmente por el Capitán y sus paniguados y, suponemos, prolongado por el ex juez candidato a la presidencia, cuyas características parecen confundirse con las del Innombrable. Esta vez no debemos errar.

Leonardo Boff ha escrito: Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia (Vozes 2018).

Traducción: Mª José Gavito Milano, para el blog de Leonardo Boff.

Fuente: https://leonardoboff.org/2021/11/24/basta-de-desgracias-el-ex-juez-moro-candidato/