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En los últimos años, los activistas climáticos de todo el mundo han luchado por mantener el impulso frente al aumento de las temperaturas y los desastres climáticos. Mientras tanto, los trabajadores se enfrentan a ataques implacables, ya que Donald Trump y otros líderes de derecha reprimen sus derechos. En Alemania, por ejemplo, la extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) está en auge y, por primera vez en las últimas semanas, se ha situado como el partido más votado del país, mientras que la campaña Fridays for Future, que en su día fue masiva, es ahora una pálida imagen de lo que fue.

Así pues, al menos en apariencia, la
situación parece sombría. Sin embargo, si miramos un poco más de cerca, también
podemos ver algunos rayos de esperanza. El partido socialista democrático
alemán, Die Linke, experimentó un sorprendente
auge
 en las últimas elecciones, y las y los
trabajadores del sector público
 han mostrado una renovada
fuerza en sus últimas negociaciones colectivas. En Berlín y otras grandes
ciudades, esta fuerza se ha manifestado en una serie de huelgas únicas:
trabajadores de múltiples sectores se han unido a miembros de la comunidad y
activistas climáticos bajo el lema Berlin Steht Zusammen (BSZ) o Berlín se mantiene unida.

BSZ es la última versión de la
campaña Wir
Fahren Zusammen
» (Viajamos juntos, o WFZ), una alianza
entre Fridays for Future y el sindicato del sector público Ver.di. Su alianza
ha dado lugar a acciones conjuntas en más de 70 ciudades de toda Alemania y ha
contribuido a la mayor huelga de Ver.di desde 1992.
Ahora, extendiéndose a los Países
Bajos
 y Austria,
la alianza es un excelente ejemplo de lo que se conoce como organización
de transición
justa
, un enfoque prescriptivo y, en
ocasiones, prefigurativo de la organización laboral. También conocida como organización
del giro
climático-laboral
, busca organizar mejores condiciones de
trabajo en una economía verde, a menudo buscando el apoyo del movimiento
climático y utilizando técnicas de negociación
por el bien común
. En el caso de la organización de la transición
justa para la descarbonización, las y los trabajadores amplían su lucha más
allá de los salarios y las prestaciones y exigen la conversión de sus
industrias para que sean respetuosas con el clima.

Basándose en el análisis de varios
proyectos de descarbonización liderados por trabajadores, este ensayo sostiene
que hay cuatro factores fundamentales para su éxito: un centro de trabajo bien
organizado, el apoyo de la comunidad, una alternativa de producción clara y la
financiación o la propiedad pública. A partir de estos cuatro factores clave,
paso a identificar las áreas de mejora y las lagunas en el ecosistema del
movimiento en las que los trabajadores y trabajadoras y las y los activistas y
académicos pueden unirse para hacer realidad un futuro verde justo.

Movimiento obrero y movimiento climático: una alianza natural

Wir Fahren Zusammen es una alianza especialmente estratégica con potencial para replicarse a gran escala. WFZ surgió después de que Fridays for Future causara un gran revuelo en Alemania, movilizando a 1,4 millones de personas en 2019. Sin embargo, a continuación, su número se redujo al tener dificultades para alcanzar sus objetivos, principalmente un fondo especial de 100 000 millones de euros que se utilizaría en parte para ampliar la infraestructura del transporte público. Estos fracasos pueden atribuirse a muchos factores, entre los que se citan a menudo la pandemia de la covid-19 y el abandono de las demandas climáticas por parte del Partido Verde.

Posteriormente, los activistas climáticos
desilusionados buscaron nuevas tácticas. Muchos asistieron al curso Organizing for Power (Organizarse
para el poder), patrocinado por la Fundación Rosa Luxemburg, y trataron de
alinearse con el movimiento obrero para reforzar su lucha. Aunque el transporte
público era solo una parte de su agenda climática, es uno de los pocos sectores
que debería expandirse (en lugar de contraerse o reconvertirse) para alcanzar
los objetivos climáticos y que presenta una conexión evidente con la
sostenibilidad medioambiental (a diferencia del trabajo
asistencia
l o la sanidad, por ejemplo). Al mismo tiempo, vieron que
Ver.di, a pesar de su
elevado número de afiliados y afiliadas
, estaba lejos de ser
militante, limitada por barreras legales que prohíben las huelgas políticas y en retardo en el uso de los medios de
comunicación y la tecnología. Como resultado, ofrecieron apoyo organizativo,
comunicativo y político al sindicato en un intento de fortalecer y expandir el
sector del transporte público, que ya era una de las demandas centrales del
movimiento climático. Los activistas de WFZ realizaron actividades de
propaganda entre la población, recogieron firmas, organizaron asambleas
públicas y dirigieron campañas de comunicación basadas en los principios
de Bargaining
for the Common Good
 [Un acuerdo para el bien común].

Wir Fahren Gemeinsam, la contraparte
austriaca de WFZ, se acercó especialmente a su sindicato asociado, VIDA, y
muchos de sus miembros se integraron en las estructuras de este último,
funcionando como organizadores sindicales voluntarios. En conjunto, ambas
campañas lograron generar apoyo público para los trabajadores y politizar sus
reivindicaciones. En el último
ciclo de campañas en Alemania
, los activistas apoyaron y conectaron
a los trabajadores de los hospitales, los servicios sanitarios y el transporte,
proporcionando infraestructura entre sectores y lugares de trabajo, de forma
similar a una parte del trabajo del Comité de Organización de Emergencia en los Centros de Trabajo en
Estados Unidos. Este movimiento muestra cómo los activistas climáticos pueden
llenar los vacíos del ecosistema del movimiento sindical, trabajando codo con
codo para avanzar en objetivos comunes.

Sin embargo, a pesar de estas sinergias,
la alianza presenta varias limitaciones. En primer lugar, se creó cuando el
movimiento climático era más fuerte y estaba bien organizado, lo que ya no es el
caso, especialmente en lo que respecta a los grupos de
justicia climática liderados por jóvenes
. Los activistas alemanes
cambiaron de rumbo y se centraron en crear movimientos estudiantiles
antifascistas
. Además, la creación de esta alianza fue un proceso
lento. Los esfuerzos de organización se debilitan con los ciclos de negociación
y muchos de los activistas dan prioridad a un enfoque sin
atajos
, inspirado en la difunta Jane McAlevey, prefiriendo
construir el poder de los trabajadores desde abajo en lugar de movilizar a un
gran número de activistas, lo que puede levantar sospechas de cooptación entre
los miembros de los sindicatos. Si bien esto permite establecer conexiones más
profundas y una colaboración verdadera (en lugar de una coalición superficial),
lleva tiempo. Por último, el movimiento no supo aprovechar lo que muchos
organizadores denominan el momento
tornado
, es decir, los puntos de inflexión naturales que
desencadenan la acción masiva y el cambio social.

Las ONG prestan apoyo, los sindicatos impulsan reformas

Desde la aparición de la transición justa en la década de 1990, diversas ONG y sindicatos han convocado a las partes interesadas, propuesto políticas e instituido reformas internas. Aunque las ONG no están en el centro del poder laboral, pueden aportar conocimientos y apoyo para la transición.

Por ejemplo, la Campaña contra el Cambio Climático, con
sede en el Reino Unido, ha publicado varios informes titulados One Million Climate Jobs (Un millón de
empleos climáticos) que los sindicatos pueden utilizar como referencia para
impulsar la transición. Trade
Unions for Energy Democracy
 (Sindicatos por la Democracia
Energética) reúne a más de 120
organismos
 sindicales, mientras que la Federación Internacional de
Trabajadores del Transporte
 y la Confederación Sindical
Internacional
 mantienen múltiples proyectos de investigación y
organización en torno a la transición justa. A nivel más local, la Alianza de Trabajadores Verdes se
organiza dentro del sector de la energía limpia en Estados Unidos, Climate and Community desarrolla
políticas climáticas y económicas que pueden servir de base para las luchas
sindicales, la Confederación Sindical de los Países Bajos (FNV) combina el
trabajo por una transición justa con la solidaridad con el Sur Global en su
proyecto Mondiaal,
y grupos como Climáximo en
Portugal o la Red
Laboral para la Sostenibilidad
 en Estados Unidos alternan entre
actuar como organizaciones de movimiento y convocantes, como cuando Climáximo
celebró una Conferencia
Global sobre Empleos Climáticos
 en 2023.

Por parte de los sindicatos, se han
utilizado auditorías, resoluciones y nuevos contratos en la lucha por la
justicia climática. Unite in the South West of England está formando a representantes verdes que
abogan por cambios más amplios en la cadena de suministro y utilizan auditorías
medioambientales para reformar los procesos en el centro de trabajo mediante
nuevas demandas contractuales. SEIU 26, en Minnesota, llevó a cabo lo que algunos
denominan la primera huelga
climática autorizada por un sindicato
, cuando los conserjes
eludieron la legislación laboral estadounidense proponiendo un programa de formación ecológica y recibieron el apoyo de grupos climáticos
como Sierra
Club
 y Minnesota Youth Climate Strike. Amazon Employees for Climate
Justice
 organizó una huelga de
casi 2000 trabajadores, elaboró un informe
de insostenibilidad
 completo y sigue presionando a Amazon
para que cumpla su compromiso climático mediante la organización y la acción
directa.

Luchar contra los despidos, financiar la transición

Las luchas de las trabajadoras y trabajadores contra los despidos son habituales, pero los de Lucas Aerospace y la creación del Plan Lucas suelen considerarse uno de los casos de resistencia más innovadores y eficaces. Cuando recibieron la noticia de los despidos masivos, se unieron en los 15 centros de trabajo para formar una cooperativa y, con el apoyo de académicos simpatizantes, desarrollaron un plan para fabricar productos beneficiosos para la sociedad, como paneles de energía solar, bombas de calor y vehículos ferroviarios. En respuesta, la dirección canceló los despidos y, aunque el plan no se llevó a cabo debido principalmente a la falta de apoyo gubernamental, su marco sigue inspirando a la hora deproponer alternativas a los modos de producción existentes, especialmente aquellos que se están quedando obsoletos como consecuencia de la crisis climática.

Las y os trabajadores del automóvil de
Campi Bisenzio, del Collettivo di Fabbrica – Lavoratori GKN Firenze (GKN, por
sus siglas en italiano), son un ejemplo claro de dicha inspiración. En 2021,
los 422 trabajadores y trabajadoras de la fábrica fueron despedidos de forma
repentina, alegando
la dirección
 motivos relacionados con la deslocalización y la
desindustrialización derivadas de la transición ecológica. En respuesta, los
trabajadores y trabajadoras ocuparon la fábrica, una medida que recuerda
las luchas
obreras de Buenos Aires
, y obtuvieron un enorme apoyo de la
comunidad y del movimiento climático a través de manifestaciones,
festivales de música y otras acciones
. Al igual que en el Plan
Lucas, colaboraron con investigadores de universidades cercanas para trazar
un mapa de
la fábrica
 y elaborar un plan de reconversión para producir
bicicletas eléctricas y paneles solares. La pieza final era la financiación:
GKN optó primero por un modelo cooperativo y lanzó una campaña
de crowdfunding 
que recaudó más de un millón de
euros. Ahora están presionando al gobierno regional para que proporcione fondos
para ayudar a la reconversión
.

Aunque la ocupación de GKN es única,
muchos trabajadores y trabajadoras de industrias afectadas por la transición
ecológica se enfrentan a amenazas y están respondiendo de otras maneras. El año
pasado, las y los trabajadores de VW en Alemania negociaron con éxito una moratoria
de los despidos hasta 2030
, cuando se preveía que 35 000 de los
120 000 iban a ser despedidos.

De manera similar, el sindicato United
Auto Workers (UAW) de Belvidere, Illinois, recibió en 2023 la noticia de que
Stellantis iba a cerrar su planta y dejar sin trabajo a 1350 personas. En
respuesta, el UAW contraatacó con la histórica huelga Big Three
Stand-up Strike
, con la que consiguió el compromiso de reabrir
la planta en 2027
 y crear una nueva planta de baterías para
vehículos eléctricos que añadiría miles de puestos de trabajo adicionales. Este
cambio de rumbo incluyó una cláusula contractual especial que otorgaba a los
trabajadores y trabajadoras el derecho a la huelga en
caso de cierre de plantas en otras regiones
 y también puso en
marcha un acuerdo
marco
 que incluía a los futuros
trabajadores de vehículos eléctricos de las Tres Grandes en el contrato.

Esta victoria no solo demostró el poder
de la negociación
para organiza
r
,
sino que también supuso un punto de convergencia para un movimiento climático
desorganizado en Estados Unidos. Los activistas acudieron a los piquetes y
la Red Laboral para la
Sostenibilidad
 organizó una carta de
solidaridad
 de más de 150 grupos (en su mayoría de justicia
climática) en apoyo al UAWD. Ahora, el movimiento de base UAWD ha puesto en marcha un comité de
transición
 hacia los vehículos eléctricos.

Aunque ambos sindicatos ganaron gracias
a su capacidad de organización, cabe preguntarse qué habría supuesto un plan de
transición o la ocupación de la fábrica para garantizar aún más justicia para
las y los trabajadores.

Huelgas y reveses

Sin embargo, por cada victoria en la transición ecológica ha habido innumerables pérdidas. En Austria, MAN Steyr cerró su planta de fabricación de camiones con más de 2000 trabajadores cuando el sindicato ÖGB optó por luchar por las indemnizaciones y ATTAC no logró movilizar el apoyo para la reconversión. Desde entonces, proyectos como Con Labour y activistas como Iris Frey han estado investigando cómo reestructurar el sector y abordar las cuestiones de financiación y propiedad.

A pesar de su aislamiento, las y los
trabajadores austriacos podrían haberse beneficiado de los procesos desarrollados
en una lucha
similar
 en el País Vasco español, donde se realizaron
ejercicios de planificación
de escenarios
 para analizar los puntos fuertes de cuatro
posibles opciones de producción y tres modelos de propiedad potenciales. Al
final, los trabajadores y trabajadoras solicitaron ayuda financiera al gobierno
local, pero esta les fue denegada, alegando que ya estaba invirtiendo en la
transición a través de empresas privadas y no podía financiar a los sindicatos.
Por lo tanto, la fábrica cerró.

Green
Jobs Oshawa
 (GJO) muestra otro ejemplo del mismo fenómeno. En
2018, GM anunció que
cerraría su planta en Oshawa, lo que afectaría a más de 2500 puestos de
trabajo. Los trabajadores y trajadoras del sindicato Canadian Auto Workers se
unieron a miembros de la comunidad e investigadores como Sam Gindin para
elaborar un estudio
de viabilidad
, en el que se concluía que el cierre costaría a la
región más de 15 000 puestos de trabajo (y miles de millones en PIB). A
continuación, el estudio exploró dos escenarios principales de fabricación que
permitirían obtener rentabilidad, evitar la pérdida de puestos de trabajo y
reducir las emisiones.

En ambos casos, GJO hizo hincapié en que
la propiedad pública y la contratación pública eran necesarias para la
transición y citó una serie de casos relevantes en Estados Unidos en los que
empresas recibieron créditos fiscales y préstamos federales para proyectos
similares, como la decisión
de Illinois de conceder 827 millones de dólares estadounidenses a Rivian
 o
la concesión a Tesla de
425 millones en préstamos a bajo interés
. Además, mencionaron cómo,
en la historia reciente, los líderes gubernamentales han obligado a las
empresas privadas a cambiar su producción, como hizo Trump en
2020 durante la pandemia
. En conjunto, GJO sentó las bases para una
lucha continua por la intervención gubernamental, pero no logró mantener su
fábrica. Ahora es necesario empoderar a los trabajadores y trabajadoras y a la
comunidad para imponer la propiedad pública.

En la misma línea, sindicatos de Francia
y Gales, en particular, han destacado en la elaboración de propuestas de
transición, tanto dentro de sus sectores como fuera de ellos. En 2020, la
Confédération générale du travail (CGT) organizó una lucha cuando Renault presionó para
que igualaran a la baja sus contratos con los más débiles de otros países. En
su lugar, el sindicato elaboró su propia propuesta para reequilibrar la
producción entre las regiones, fabricar más vehículos
eléctricos pequeños,
 desarrollar la fabricación
nacional de baterías eléctricas
 e incluso
reciclar vehículos antiguos
.

En 2023, Tata Steel en Gales anunció
despidos
 y planes de reducción de la producción al pasar a
hornos eléctricos, pero Unite elaboró una alternativa.
El sindicato propuso mantener los hornos en funcionamiento hasta que dejaran de
afectar a la plantilla, al tiempo que se construían hornos eléctricos adicionales
que utilizaran hidrógeno verde, como parte de un plan para construir finalmente
una nueva planta de fabricación. El sindicato también incluyó planes de
revitalización industrial para toda la región.

Lamentablemente, en el caso de la CGT,
Renault ignoró la
propuesta del sindicato y firmó un acuerdo social de tres años
con otros dos sindicatos que no daba prioridad a la estabilidad laboral a largo
plazo ni a la transición energética. Del mismo modo, Tata Steel rechazó el
plan de Unite: se cerró el horno y se despidió a los trabajadores y
trabajadoras. Al igual que en el caso de GJO, sin una mano de obra bien
organizada y el apoyo de la comunidad, los planes de transición por sí solos no
son suficientes.

Las plantillas del sector del petróleo y
gas del Mar del Norte escocés se encuentran en una situación similar,
pero Platform London y Friends of the Earth Scotland (FOE) los
reunieron de forma proactiva a través de su informe Our
Power
 para crear fuerza y establecer reivindicaciones antes
de que se anunciaran los despidos. Al igual que WFZ, estas organizaciones por
la justicia climática vieron una oportunidad para prestar su apoyo. A partir de
2020, organizaron seis talleres para elaborar las reivindicaciones, recopilaron
opiniones al respecto mediante llamadas telefónicas y, finalmente, enviaron una
encuesta que obtuvo más de 1000 respuestas. En total, establecieron diez
reivindicaciones
, cada una con más del 90 % de aprobación, que
se refieren a programas de formación, representación de ltrabajadores, salarios
mínimos, propiedad pública y otras cuestiones.

Sin embargo, los políticos se han
mostrado reacios a aceptar el informe: la única respuesta desde su publicación
en marzo de 2025 se produjo cuando el Gobierno del Reino Unido abrió una investigación
consultiva
 sobre el futuro energético del Mar del Norte, que
concluirá a finales de abril. Si bien este proyecto muestra un proceso eficaz
de participación de las y los trabajadores, se enfrenta a un obstáculo similar
al de las luchas francesas y galesas: la aplicación.

Victorias provisionales

La organización de FNV Metaal en los Países Bajos y Unite/GMB en el Reino Unido ponen de relieve que los trabajadores y trabajadoras no solo pueden luchar contra los despidos, sino también conseguir avances tangibles hacia una transición justa. Para FNV Metaal, todo comenzó en 2019, cuando Tata Steel anunció 1600 despidos en su planta holandesa. En respuesta, el sindicato organizó una encuesta sobre la disposición a la huelga, junto con una línea directa para recabar reivindicaciones, y finalmente convocó una huelga de 24 días, como resultado de la cual consiguió el compromiso de que no habría despidos hasta 2026.

A continuación, las y los trabajadores
se unieron a científicos y profesores para crear el grupo de trabajo Zeester y
elaborar un plan que
instaba a la transición hacia el acero verde y la expansión de la energía
eólica marina. Además de la presión de la huelga, este plan galvanizó el
apoyo del movimiento climático y Tata Steel aceptó la
propuesta; ahora ya han
firmado
 contratos para producir acero verde.

En el caso del Reino Unido, Rolls Royce
anunció un recorte global de 9000
empleados
 en 2020, junto con planes para trasladar la
fabricación del Reino
Unido a Singapur
. En respuesta, los trabajadores y trabajadoras de
tres plantas del Reino Unido, organizados por Unite y GMB, llevaron a cabo una
huelga de nueve
semanas
 y consiguieron un acuerdo para
mantener las fábricas abiertas durante un máximo de diez años. Durante el
proceso, formaron una coalición liderada por los trabajadores y se unieron a su
diputado local para crear la propuesta Green New Deal.
Su coalición cuenta con caja de
resistencia
, pero, por ahora, ha aprovechado principalmente las
campañas en los medios de comunicación para conseguir que Rolls Royce se
comprometa
 a crear un centro de excelencia para
apoyar el desarrollo y la fabricación de tecnología neutra en carbono.

Estos casos de éxito demuestran el poder
de combinar una organización sólida con un plan de transición claro. Sin
embargo, sigue sin resolverse la cuestión de cómo podrían llevar más lejos sus
luchas mediante la construcción de un apoyo comunitario más amplio y la
organización en torno a la financiación y la propiedad públicas.

Llenando los vacíos: organización, comunicación y creación proactiva de alianzas

En muchos de estos ejemplos, queda claro que dar prioridad a la organización es clave para lograr una transición justa. La CGT en Francia y Unite en Gales son ejemplos paradigmáticos: aunque sus visiones estaban bien documentadas y articuladas, su falta de implementación se redujo a una mano de obra desmotivada. Por el contrario, GKN muestra cómo un enfoque de organización de base puede preparar a los trabajadores y trabajadoras para respaldar los planes de transición.

Existen diversas ideas sobre qué tipo de
intervenciones organizativas son más eficaces, pero algunas especialmente
relevantes pueden encontrarse en este artículo de
Marilyn Sneiderman y Stephen Lerner, que se basa en el modelo Union Cities y la
campaña Justice for Janitors. Una recomendación especialmente acertada es
utilizar la negociación para reforzar la organización. Esto queda ejemplificado
en el caso de UAW
Belvidere
, donde una cláusula del contrato allanó el camino para más
luchas en fábricas y, por lo tanto, para la negociación sectorial.

Para construir alianzas y apoyo
comunitario, tanto las y los activistas climáticos como las y los sindicalistas
deben ser estratégicos con sus mensajes. Por parte de los trabajadores y
trabajadoras, los mensajes tipo Bargaining
for the Common Good
 crean una vía de acceso para un compromiso
positivo con el movimiento climático. Por parte del clima, fuentes como el
informe Our
Power
 muestran cómo incluso términos como transición justa o reconversión pueden
ser polarizantes. La reestructuración y la diversificación de la producción ya
son habituales y pueden representar un punto de partida más neutral. En
general, los no trabajadores deberían inspirarse en los activistas de Wir
Fahren Zusammen en su forma de agitar en torno a las demandas económicas en
lugar de impulsar un enfoque exclusivamente climático, especialmente al inicio
de una campaña.

Además de los mensajes, las y los
activistas climáticos deben ser proactivos y crear alianzas antes de que
lleguen los momentos de inflexión. De lo contrario, corren el riesgo de obtener
un resultado como el de MAN Steyr, donde los trabajadores y trabajadoras se
cerraron al apoyo externo tan pronto como sus puestos de trabajo se vieron
amenazados. Los activistas climáticos deben encontrar puntos de entrada
orgánicos, como cuando Wij Reizen Samen, en los Países Bajos, apoyó a los y los
conductores de autobús que luchaban contra el traslado
de su empresa
. Así, cuando llega un punto de inflexión, las y los
activistas pueden pasar a la acción, ya conectados con las estructuras
sindicales y conscientes de dónde pueden llenar los vacíos.

WFZ muestra cómo este trabajo es posible
en un sentido general, mientras que GKN muestra cómo las luchas de los
trabajadores y trabajadoras pueden, de hecho, ayudar al movimiento climático a
avanzar en su propia organización. Estratégicamente, los activistas climáticos
harían bien en dar un paso atrás y analizar las posibles alianzas en su
comunidad, como el transporte público y campañas emergentes como Fare Free London. Más allá de sectores
específicos, deberían buscar puntos de inflexión en el horizonte del movimiento
obrero como momentos potenciales para construir coaliciones. Por ejemplo, en
Estados Unidos, la convocatoria de la UAW para
la armonización de los contratos y la huelga general
 aún está a
tres años vista, y hay mucho potencial para construir alianzas con el
movimiento climático mientras tanto.

Planes de transición, propiedad pública y conclusiones imaginativas

Este estudio de diferentes casos muestra que los trabajadores y trabajadoras no pueden esperar que sus empleadores o los políticos creen planes de transición que den prioridad a sus derechos. Más aún, ponen de relieve cómo los anuncios de cierres y despidos debilitan inmediatamente las luchas por una transición justa: las y los trabajadores desconfían del apoyo externo y pueden optar por organizarse para conseguir indemnizaciones por despido más elevadas. Si tuvieran planes elaborados previamente sobre cómo podría ser la transición, podrían responder de inmediato e impulsarla.

Por lo tanto, las y los trabajadores de
los sectores afectados por la transición deben ser proactivos a la hora de
organizarse en cooperativas y buscar el apoyo de las universidades o
instituciones de investigación locales. ClimáximoNext Economy Lab, Con Labour Project y Climate
and Community
 están bien posicionados para este tipo de
trabajo. Khem Rogaly, de Common
Wealth
, pasó por este proceso para el sector militar en el Reino
Unido en su Plan Lucas
para el siglo XXI
, mientras que Martin Lallana utiliza
el enfoque de escenarios
 mencionado anteriormente.

Sin embargo, en la actualidad no existe
una plantilla ni un manual sobre cómo organizar estas cooperativas. La creación
de un plan es una tarea técnica, organizativa y financiera, por lo que requiere
diversos sistemas de apoyo. No obstante, existen similitudes entre los centros
de trabajo y los sectores, por lo que es posible y necesario llenar este vacío:
los sindicatos, las ONG y las y los académicos deben buscar activamente la
forma de hacerlo.

Por último, como se ha visto en el caso
de GKN, incluso si los trabajadores y trabajadoras tienen un plan, están bien
organizados y cuentan con el apoyo de la comunidad y del movimiento climático,
la financiación sigue siendo un obstáculo importante. A pesar del apoyo
financiero internacional de GKN, los costes de la transición, junto con la
separación de la cadena de suministro mundial, hacen que la carga financiera de
la empresa sea demasiado elevada. Además, dado que las transiciones benefician
a la sociedad, sigue planteándose la cuestión de qué papel debe desempeñar el
Gobierno para apoyarlas.

En el caso de Tata Steel, Max
Vancauwenberge
 aboga por abandonar las subvenciones
gubernamentales, argumentando que las empresas rentables deberían estar
legalmente obligadas a realizar la transición, en lugar de recibir incentivos.
Además, defiende la socialización del sector energético en beneficio de la
ciudadanía y no de las empresas multinacionales. En la misma línea, Khem
Rogaly sostiene que
el Gobierno ya subvenciona al complejo militar-industrial, por lo que la
transición hacia bienes socialmente beneficiosos ni siquiera requiere nuevas
fuentes de financiación. Añade la demanda de crear una empresa de investigación
y desarrollo (una especie de consorcio) para gestionar la transición e impulsar
la coordinación gubernamental a través de iniciativas existentes como Great
British Energy, Transport for London y ScotRail.

En conjunto, su propuesta y muchas de
las propuestas de transición mencionadas anteriormente carecen simplemente de
la voluntad política (no de la capacidad) para llevarlas a cabo. Seth Klein se
hace eco de esto en su libro A Good
War: Mobilizing Canada for the Climate Emergency
, en el que
sostiene que es posible adoptar un enfoque de guerra para la transición de la economía canadiense. Ya
sea que se trate de una transición del sector militar o de otra industria con
altas emisiones de carbono, todos los grupos que participan en esta labor deben
explorar cómo los trabajadores pueden presionar de manera única al gobierno
para que acepte las demandas de propiedad pública y contratación pública. Las
campañas en torno al poder público, como Public Grids en Estados Unidos, podrían
servir de referencia.

Para concluir, Hilary Wainwright,
activista desde hace mucho tiempo y autora de un libro sobre el Plan Lucas,
amplía estas luchas lideradas por los trabajadores en su artículo “Beating the Climate Clock:
Workers, citizens and state action in the UK
” (Ganar la carrera
contra el reloj climático: los trabajadores, los ciudadanos y la acción del
Estado en el Reino Unido). Argumenta que las luchas de estos trabajadores y
trabajadoras constituyen una forma de política prefigurativa, cuya organización
para la transición hace hincapié en los procesos democráticos participativos,
que son escasos en las democracias representativas. Aunque la lucha de los
trabajadores de una fábrica puede ser local, si se organizan para conseguir la
propiedad pública, sientan las bases para que otras fábricas y sectores sigan
su ejemplo. Al hacerlo, crean un nuevo camino hacia el empoderamiento de la
ciudadanía para dar forma a la economía, dando un paso más hacia una sociedad
que da prioridad a sus ciudadanos y ciudadanas y al medio ambiente por encima
del poder y los beneficios de las empresas.

Entre estos cuatro factores –un lugar de
trabajo organizado, el apoyo de la comunidad, un plan alternativo y la
financiación– hay una variedad de funciones que deben cumplirse para lograr una
transición justa. Al mismo tiempo, hay una variedad de grupos que ya se dedican
a la organización, lo que significa que lo que realmente se necesita es una
convergencia de fuerzas. Los sindicatos deben centrarse en la autoorganización,
los grupos climáticos en el apoyo a la comunidad, los académicos en los planes
alternativos y los políticos en la financiación. Sin embargo, si los
respectivos grupos y regiones siguen aislados, corren el riesgo de que la
transición sea demasiado lenta para ganar la carrera contra el reloj climático
o, lo que es peor, de ser superados por el auge de las fuerzas de extrema derecha
y las oligarquías tecnocráticas.

Estos ejemplos presentan modelos de cómo
puede ser la convergencia a pequeña escala, pero sin un núcleo fuerte como un
sindicato internacional y multisectorial –o, mejor aún, un partido político
socialista internacional– solo pueden llegar hasta cierto punto. Al mismo
tiempo, los activistas climáticos, los sindicalistas, los académicos y los
miembros de todo tipo de comunidades no pueden permitirse más retrasos. Debemos
unirnos para organizarnos en favor de la transición verde justa que todos
merecemos.

Aaron
Niederman
 investiga los esfuerzos de descarbonización
liderados por los trabajadores y la alianza Wir Fahren Zusammen, con el apoyo
de la Beca del Canciller Alemán y la Fundación Rosa Luxemburg

Texto
original: Fundación Rosa Luxemburg

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/cuatro-ingredientes-clave-para-una-transicion-justa/