Escolha uma Página

¿Quién podría haber imaginado hace 19 meses que se necesitaría más de un año y medio con Israel masacrando y matando de hambre a niños [y adultos] de Gaza para que aparecieran las primeras grietas en lo que ha sido un sólido muro de apoyo a Israel por parte de las instituciones occidentales?

Finalmente, algo parece estar a punto de ceder.

El diario financiero británico, The Financial Times, fue el primero en romper filas
la semana pasada para condenar el “vergonzoso silencio de Occidente”
ante el ataque asesino de Israel contra el pequeño enclave. En un
editorial —la voz del periódico—, el Financial Times acusó a Estados Unidos
y a Europa de ser cada vez más cómplices, ya que Israel ha convertido
Gaza en un lugar inhabitable, en alusión al genocidio, y señaló que el
objetivo era expulsar a los palestinos de su tierra, en referencia a la
limpieza étnica.

Por supuesto, ambos graves crímenes
cometidos por Israel han sido evidentemente ciertos no sólo desde la
violenta salida de Hamás de Gaza en un solo día, el 7 de octubre de
2023, sino durante décadas.

Tan preocupante es el estado de la
información occidental, proveniente de unos medios no menos cómplices
que los gobiernos criticados por el Financial Times, que debemos aprovechar cualquier pequeño indicio de progreso.

A continuación, The Economist intervino, advirtiendo
que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus ministros
estaban impulsados ​​por el “sueño de vaciar Gaza y reconstruir los
asentamientos judíos allí”.

El fin de semana, The Independent decidió
que el “silencio ensordecedor sobre Gaza” debía terminar. Era hora de
que el mundo despertara ante lo que está sucediendo y exigiera el fin
del sufrimiento de los palestinos atrapados en el enclave.

En realidad, gran parte del mundo
despertó hace muchos, muchos meses. Han sido la prensa y los políticos
occidentales los que han estado dormidos durante los últimos 19 meses de
genocidio.

A continuación, el lunes, el supuestamente liberal The Guardian
expresó en su propio editorial el temor de que Israel esté cometiendo
“genocidio”, aunque solo se atrevió a hacerlo al formular la acusación
como una pregunta.

Escribió
así sobre Israel: “Ahora planea una Gaza sin palestinos. ¿Qué es esto,
si no genocida? ¿Cuándo actuarán Estados Unidos y sus aliados para
detener el horror, si no es ahora?”.

El periódico podría haber planteado una
pregunta más apropiada: ¿Por qué los aliados occidentales de Israel, así
como medios como The Guardian y Financial Times, han esperado 19 meses para denunciar el horror?

Y, como era previsible, cerrando la marcha, apareció la BBC. El miércoles, el programa PM de la BBC optó
por dar protagonismo al testimonio de Tom Fletcher, jefe de asuntos
humanitarios de las Naciones Unidas, ante el Consejo de Seguridad. El
presentador Evan Davis afirmó que la BBC había decidido “hacer algo inusual”.

Inusual, sin duda. Reprodujo el discurso
de Fletcher completo, sus 12 minutos y medio. Esto incluyó el
comentario de Fletcher: “Por los asesinados y aquellos cuyas voces han
sido silenciadas: ¿qué más pruebas necesitan ahora? ¿Actuarán con
decisión para prevenir el genocidio y garantizar el respeto del derecho
internacional humanitario?”.

En menos de una semana, la palabra “genocidio” había pasado de ser tabú en relación con Gaza a convertirse en algo casi común.

Grietas crecientes

Las grietas también son evidentes en el
Parlamento británico. Mark Pritchard, diputado conservador y defensor de
Israel de toda la vida, se levantó desde la bancada para admitir que se había equivocado con respecto a Israel y lo condenó “por lo que le está haciendo al pueblo palestino”.

Fue uno de los más de una docena de
diputados y pares conservadores de la Cámara de los Lores, todos ellos
antiguos defensores acérrimos de Israel, que instaron al primer ministro británico, Keir Starmer, a reconocer de inmediato un Estado palestino.

Su decisión se produjo tras una carta
abierta publicada por 36 miembros de la Junta de Diputados, un organismo
de 300 miembros que afirma representar a los judíos británicos, en la
que discrepaban de su continuo apoyo a la masacre. La carta advertía: «A Israel le están arrancando el alma».

Pritchard dijo a sus colegas
parlamentarios que era hora de “defender la humanidad, defender nuestra
posición en el lado correcto de la historia, de tener la valentía moral
de liderar”.

Lamentablemente, todavía no hay indicios
de ello. Una investigación publicada la semana pasada, basada en datos
de la autoridad fiscal israelí, demostró que el gobierno de Starmer ha
mentido incluso sobre las restricciones muy limitadas a la venta de
armas a Israel que afirmó haber impuesto el año pasado.

A pesar de una aparente prohibición de los envíos de armas que podrían utilizarse en Gaza, Gran Bretaña ha exportado de forma encubierta más de 8.500 municiones diversas a Israel desde la prohibición.

Esta semana se conocieron más detalles. Según cifras publicadas por The National, el gobierno actual exportó más armas a Israel en los tres meses posteriores a la entrada en vigor de la prohibición que el anterior gobierno conservador entre 2020 y 2023.

Tan vergonzoso es el apoyo del Reino
Unido a Israel en medio de lo que la Corte Internacional de Justicia (la
Corte Mundial) ha descrito como un “genocidio plausible”, que el
gobierno de Starmer necesita fingir que está haciendo algo, aunque en
realidad continúa armando ese genocidio.

Más de 40 parlamentarios escribieron
al ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, la semana pasada,
pidiéndole que respondiera a las acusaciones de que había engañado a la
opinión pública y al Parlamento. “La opinión pública merece conocer la
magnitud de la complicidad del Reino Unido en crímenes de lesa
humanidad”, escribieron.

Hay cada vez más rumores en otros lugares. Esta semana, el presidente francés, Emmanuel Macron, calificó
el bloqueo total de Israel a la ayuda a Gaza de “vergonzoso e
inaceptable”. Añadió: “Mi trabajo es hacer todo lo posible para
detenerlo”. Ese “todo” parecía reducirse a nada más que a plantear
posibles sanciones económicas.

Aun así, el cambio retórico fue
sorprendente. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, denunció de
forma similar el bloqueo, calificándolo de “injustificable”. Y añadió:
“Siempre he recordado la urgencia de encontrar una manera de poner fin a
las hostilidades y respetar el derecho internacional y el derecho
internacional humanitario”.

“¿Derecho internacional? ¿Dónde ha estado eso durante los últimos 19 meses?”

Hubo un cambio similar de prioridades al otro lado del Atlántico. El senador demócrata Chris van Hollen, por ejemplo, se atrevió recientemente a calificar las acciones de Israel en Gaza de “limpieza étnica”.

Christiane Amanpour, de la CNN y
referente del consenso en Washington, sometió a la viceministra de
Asuntos Exteriores de Israel, Sharren Haskel, a un interrogatorio
inusualmente duro. Amanpour prácticamente la acusó de mentir sobre el hambre que Israel está causando a los niños.

Mientras tanto, Josep Borrell, el
anterior responsable de política exterior de la Unión Europea, rompió
otro tabú la semana pasada al acusar directamente a Israel de preparar
un genocidio en Gaza.

“Pocas veces he escuchado al líder de un
Estado esbozar con tanta claridad un plan que se ajuste a la definición
legal de genocidio”, declaró, y añadió: “Nos enfrentamos a la mayor operación de limpieza étnica desde el final de la Segunda Guerra Mundial”.

Borrell, por supuesto, no tiene influencia alguna sobre la política de la UE en este momento.

Un campo de exterminio

Todo esto supone un progreso dolorosamente lento, pero sí sugiere que un punto de inflexión podría estar cerca.

De ser así, hay varias razones. Una —la más evidente— es el presidente estadounidense Donald Trump.

Era más fácil para The Guardian, el Financial Times
y los diputados conservadores de la vieja guardia observar en silencio
el exterminio de los palestinos de Gaza cuando detrás de él estaban,
amablemente, el tío Joe Biden y el complejo militar-industrial
estadounidense.

A diferencia de su predecesor, Trump
olvida con demasiada frecuencia la parte donde se supone que debe
minimizar los crímenes israelíes o distanciar a Estados Unidos de ellos,
incluso cuando Washington envía las armas para perpetrarlos.

Pero también hay muchos indicios de que Trump, con su constante ansia de ser visto como el madamás, está cada vez más molesto por verse superado públicamente por Netanyahu.

Esta semana, mientras Trump se dirigía a Oriente Medio, su administración logró
la liberación del soldado israelí Edan Alexander, el último ciudadano
estadounidense vivo cautivo en Gaza, eludiendo a Israel y negociando
directamente con Hamás.

En sus comentarios sobre la liberación, Trump insistió en que era hora de “poner fin a esta guerra brutal”, una observación que, obviamente, no había coordinado con Netanyahu.

Cabe destacar que Israel no está en la agenda de Trump para Oriente Medio.

Ahora mismo parece un momento
relativamente seguro para adoptar una postura más crítica hacia Israel,
como presumiblemente aprecian The Financial Times y The Guardian.
Además, el genocidio israelí está llegando a su fin. No ha entrado
comida, agua ni medicinas en Gaza durante más de dos meses. Todos están
desnutridos. No está claro, dada la destrucción del sistema de salud de
Gaza por parte de Israel, cuántos han muerto ya de hambre.

Aya, la madre de la bebé palestina Yenan Alskafi, muestra una foto en su teléfono móvil de su hija, quien murió de desnutrición debido al bloqueo israelí en Gaza el 3 de mayo de 2025 (Reuters).

Pero las imágenes de niños en los huesos saliendo de Gaza recuerdan incómodamente a las imágenes de hace 80 años de niños judíos esqueléticos encarcelados en campos nazis.

Es un recordatorio de que Gaza,
estrictamente bloqueada por Israel durante 16 años antes de la fuga de
Hamás el 7 de octubre de 2023, se ha transformado en los últimos 19
meses de un campo de concentración a un campo de exterminio.

Parte de los medios de comunicación y la
clase política saben que la muerte masiva en Gaza no puede ocultarse
por mucho más tiempo, ni siquiera después de que Israel haya prohibido
la entrada a periodistas extranjeros al enclave y haya asesinado a la
mayoría de los periodistas palestinos que intentaban documentar el
genocidio.

Actores políticos y mediáticos cínicos intentan esgrimir excusas antes de que sea demasiado tarde para mostrar arrepentimiento.

El mito de la “guerra de Gaza”

Y finalmente, está el hecho de que Israel ha declarado
su disposición a asumir la responsabilidad directa del exterminio en
Gaza, en sus propias palabras, “capturando” el pequeño territorio.

El tan esperado “día después” parece estar a punto de llegar.

Durante 20 años Israel y las capitales occidentales han conspirado con la mentira de que la ocupación de Gaza terminó en 2005, cuando el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, expulsó a unos pocos miles de colonos judíos y retiró a los soldados israelíes a un perímetro altamente fortificado que rodeaba el enclave.

En un fallo del año pasado, el Tribunal Internacional desestimó
esta afirmación, enfatizando que Gaza, así como los territorios
palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este, nunca habían dejado de estar
bajo ocupación israelí, y que la ocupación debía cesar de inmediato.

Lo cierto es que, incluso antes de los
ataques de Hamás de 2023, Israel había estado asediando Gaza por tierra,
mar y aire durante muchísimos años. Nada, ni personas ni comercio,
entraba ni salía sin la autorización del ejército israelí.

Las autoridades israelíes instituyeron
una política secreta de someter a la población a una “dieta” estricta
—un crimen de guerra entonces como ahora—, una política que aseguraba
que la mayoría de los jóvenes de Gaza sufrieran una desnutrición
progresiva.

Los drones zumbaban constantemente, como
lo hacen ahora, observando a la población desde el cielo las 24 horas
del día y, ocasionalmente, sembrando la muerte. Los pescadores recibían
disparos y sus barcos se hundían por intentar pescar en sus propias
aguas. Los cultivos de los agricultores eran destruidos por herbicidas rociados desde aviones israelíes.

Y cuando le apetecía, Israel enviaba aviones de combate para bombardear el enclave o soldados en operaciones militares, matando a cientos de civiles a la vez.

Cuando los palestinos de Gaza salían semana tras semana a protestar cerca de la valla perimetral de su campo de concentración, francotiradores israelíes les disparaban, matando a unos 200 y mutilando a muchos miles más.

Sin embargo, a pesar de todo esto,
Israel y las capitales occidentales insistieron en la historia de que
Hamás “gobernaba” Gaza y que era el único responsable de lo que allí
ocurría.

Esa ficción fue muy importante para las
potencias occidentales. Permitió a Israel evadir la responsabilidad por
los crímenes de lesa humanidad cometidos en Gaza durante las últimas dos
décadas, y permitió a Occidente evitar las acusaciones de complicidad
por armar a los criminales.

En cambio, la clase política y los medios de comunicación perpetuaron
el mito de que Israel estaba involucrado en un “conflicto” con Hamás,
así como en “guerras” intermitentes en Gaza, incluso cuando el propio
ejército israelí calificaba sus operaciones para destruir barrios
enteros y matar a sus residentes de “segar la hierba”.

Israel, por supuesto, veía Gaza como su propia hierba. Y eso se debe precisamente a que nunca dejó de ocupar el enclave.

Incluso hoy, los medios de comunicación occidentales se confabulan
con la ficción de que Gaza está libre de la ocupación israelí al
presentar la matanza que allí se produce, y la hambruna de la población,
como una “guerra”.

Pérdida de cobertura

Pero el “día después”, marcado por la
promesa israelí de “captura” y “reocupación” de Gaza, plantea un dilema
para Israel y sus patrocinadores occidentales.

Hasta ahora, todas las atrocidades de
Israel se han venido justificando por la violenta irrupción de Hamás el 7
de octubre de 2023.

Israel y sus partidarios han insistido
en que Hamás debe devolver a los israelíes que tomó cautivos antes de
que pueda haber una “paz” indefinida. Al mismo tiempo, Israel también ha
mantenido que Gaza debe ser destruida a toda costa para erradicar a
Hamás y eliminarlo.

Estos dos objetivos nunca parecieron
coherentes, sobre todo porque cuantos más civiles palestinos Israel
mataba para “erradicar” a Hamás, más jóvenes reclutaba Hamás en busca de
venganza.

El flujo constante de retórica genocida
de los líderes israelíes dejó claro que creían que no había civiles en
Gaza —ningún “no involucrado”— y que el enclave debía ser arrasado y la
población tratada como “animales humanos”, castigada “sin comida, agua
ni combustible”.

El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, reiteró
ese enfoque la semana pasada, prometiendo que “Gaza será completamente
destruida” y que su población sería sometida a una limpieza étnica, o,
como él mismo lo expresó, obligada a “marcharse en masa a terceros
países”.

Las autoridades israelíes le han hecho eco,
amenazando con “arrasar” Gaza si no se libera a los rehenes esta
semana. Pero, en realidad, los cautivos retenidos por Hamás son solo un
pretexto conveniente.

Smotrich fue más honesto al observar que
la liberación de los rehenes 2no era lo más importante”. Su opinión es
aparentemente compartida por el ejército israelí, que, según informes,
ha puesto ese objetivo en último lugar en una lista de seis objetivos de
“guerra”.

Para el ejército, son más importantes el “control operativo” de Gaza, la “desmilitarización del territorio” y la “concentración y movimiento de la población”.

Con Israel a punto de volver a estar, de
forma indiscutible y visible, al mando directo de Gaza —una vez
despojadas las historias de portada sobre una “guerra”, sobre la
necesidad de eliminar a Hamás y las bajas civiles como “daños
colaterales”—, la responsabilidad de Israel por el genocidio también
será indiscutible, al igual que la connivencia activa de Occidente.

Por eso, más de 250 exfuncionarios del Mossad,
la agencia de espionaje israelí, incluidos tres de sus exdirectores,
firmaron una carta esta semana denunciando la ruptura del alto el fuego
por parte de Israel a principios de marzo y su regreso a la “guerra”.

La carta calificaba los objetivos oficiales de Israel de “inalcanzables”.

De igual manera, los medios israelíes informan
de que un gran número de reservistas militares israelíes ya no se
presentan cuando se les llama para que regresen al servicio en Gaza.

Limpieza étnica

Los patrocinadores occidentales de
Israel deben ahora lidiar con el “plan” israelí para el devastado
territorio. Su perfil se ha clarificado bastante en los últimos días.

En enero, Israel ilegalizó formalmente a
la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, UNRWA, que
alimenta y cuida a la gran proporción de la población palestina
expulsada de sus tierras históricas por Israel en las primeras fases de
su colonización de la Palestina histórica, que duró décadas.

Gaza está repleta de refugiados de este
tipo, resultado del mayor programa de limpieza étnica de Israel en 1948,
durante su creación como “Estado judío”.

Eliminar a la UNRWA había sido una
ambición largamente acariciada, una medida de Israel diseñada para
liberarse del yugo de las agencias de ayuda que han estado atendiendo a
los palestinos, ayudándolos así a resistir los esfuerzos israelíes de
limpieza étnica, así como para supervisar la adhesión de Israel, o más
bien la falta de ella, al derecho internacional.

Para completar los programas de limpieza
étnica y genocidio en Gaza, Israel ha tenido que crear un sistema
alternativo al de la UNRWA.

La semana pasada, aprobó un plan
que pretende utilizar contratistas privados, en lugar de la ONU, para
entregar pequeñas cantidades de alimentos y agua a los palestinos.
Israel permitirá la entrada de 60 camiones al día, apenas una décima
parte del mínimo absoluto requerido, según la ONU.

Hay varias condiciones. Para tener
alguna esperanza de aspirar a esta ayuda tan limitada, los palestinos
deberán recogerla en puntos de distribución militares ubicados en una
pequeña zona en el extremo sur de la Franja de Gaza.

En otras palabras, unos dos millones de
palestinos tendrán que apiñarse en un lugar sin posibilidad alguna de
poder acomodarlos a todos, e incluso así solo recibirán una décima parte
de la ayuda que necesitan.

También tendrán que reubicarse sin
ninguna garantía por parte de Israel de que no seguirá bombardeando las
“zonas humanitarias” a las que se les ha conducido.

Estas zonas de distribución militar se
encuentran justo al lado de la única y corta frontera de Gaza con
Egipto, justo donde Israel ha estado intentando expulsar a los
palestinos durante los últimos 19 meses con la esperanza de obligar a Egipto a abrir la frontera para que la población de Gaza pueda ser sometida a una limpieza étnica en el Sinaí.

Según el plan israelí, los palestinos
serán examinados en estos centros militares utilizando datos biométricos
antes de tener alguna esperanza de recibir alimentos con un mínimo de
calorías controladas.

Una vez dentro de los centros, pueden ser arrestados y enviados a alguno de los campos de tortura de Israel.

La semana pasada, el periódico israelí Haaretz publicó el testimonio de un soldado israelí convertido en denunciante que confirmaba
las versiones de médicos y otros guardias, de que la tortura y los
abusos son moneda corriente contra los palestinos, incluidos los
civiles, en Sde Teiman, el más conocido de esos campos.

Guerra contra la ayuda humanitaria

El viernes pasado, poco después de que Israel anunciara
su plan de “ayuda”, disparó un misil contra un centro de la UNRWA en el
campo de Yabalia, destruyendo su centro de distribución de alimentos y
almacén.

El sábado, Israel bombardeó
tiendas de campaña utilizadas para preparar comida en Jan Yunis y la
ciudad de Gaza. Ha estado atacando comedores sociales y panaderías para
obligarlos a cerrar, en un eco de su campaña de destrucción contra los
hospitales y el sistema de salud de Gaza.

En los últimos días, un tercio
de los comedores comunitarios apoyados por la ONU —el último recurso de
la población— han cerrado porque sus reservas de alimentos se han
agotado, al igual que su acceso al combustible.

Según la agencia de la ONU, OCHA, esa cifra aumenta día a día, lo que provoca una hambruna generalizada.

La ONU informó
esta semana que casi medio millón de personas en Gaza —una quinta parte
de la población— se enfrentaba a una hambruna catastrófica.

Como era de esperar, Israel y sus
macabros apologistas están restando importancia a este mar de inmenso
sufrimiento. Jonathan Turner, director ejecutivo de Abogados del Reino
Unido por Israel, argumentó que los críticos condenaban injustamente a Israel por matar de hambre a la población de Gaza e ignoraban los beneficios para la salud de reducir la obesidad entre los palestinos.

En una declaración conjunta la semana pasada, 15 agencias de la ONU y más de 200 organizaciones benéficas y grupos humanitarios denunciaron
el plan de ayuda de Israel. El Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF) advirtió que Israel estaba obligando a los palestinos a
elegir entre el desplazamiento y la muerte.

Pero lo que es peor, Israel está esgrimiendo su argumento una vez más para cambiar la realidad.

Los palestinos que se nieguen a cooperar
con su plan de “ayuda” serán culpados de su propia hambruna. Y las
agencias internacionales que se nieguen a apoyar la criminalidad israelí
serán tildadas de “antisemitas” y de responsables del creciente número
de muertes por hambruna en la población de Gaza.

Hay una manera de impedir que estos
crímenes sigan degenerando. Pero se requerirá que los políticos y
periodistas occidentales tengan mucha más valentía de la que se han
atrevido a mostrar hasta ahora. Se necesitará más que florituras
retóricas. Se necesitará más que lamentaciones públicas.

¿Serán capaces de algo más? No se les ocurra contener la respiración.

Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí. Ha ganado el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Vivió en Nazaret durante veinte años, de donde regresó en 2021 al Reino Unido. Sitio web y blog: www.jonathan-cook.net

Texto original; , Middle East Eye, traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/05/18/por-que-el-muro-de-silencio-sobre-el-genocidio-en-gaza-comienza-finalmente-a-resquebrajarse/