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Para comprender el siglo XXI en su primer cuarto recorreremos la obra del gran historiador marxista Perry Anderson en dicho lapso. Allí destacan el ascenso chino, la recomposición rusa, el factor BRICS y los realineamientos de las subpotencias, así como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) invadió directamente todo el centro de Afroeurasia, al tiempo que se asentó sobre las adyacencias de Rusia, China e Irán, o sea en los contornos de Eurasia. Están presentes los vínculos entre poder, guerras y capital como eje del desandar del sistema mundial.

El hermano de Benedicth, un
clásico a todas vistas, trabaja en el siglo XXI sobre las cuestiones
cruciales. Relevemos algunos de sus artículos y libros para así
arribar a su artículo más reciente: ¿Hacia
un cambio de régimen en Occidente?
(2025).
Entre otros, aludo a los siguientes textos en New Left Review:
Precipitarse hacia
Belén
(2001),
Internacionalismo: un
breviario
(2002),
Fuerza y Consentimiento
(2002), Apuntes sobre
la coyuntura
(2008),
Dos revoluciones
(2010), Concatenación
sobre el mundo árabe

(2011), El nuevo viejo
mundo
(2012, libro),
Imperium et Consilium,
la política exterior estadounidense y sus ideólogos

(2013, libro), Rusia
inconmensurable

(2015), La casa de Sión
(2016), Ukania perpetua
(2020) y por último, el reciente artículo y disparador de este
escrito: ¿Hacia un
cambio de régimen en Occidente?
(2025).

En la imprescindible obra un
historiador comprometido como Perry (no podría, o no debería ser de
otra forma),
Precipitarse hacia Belén
(2001),
no es menos
indispensable, al contrario. Este pensador contemporáneo resalta
desde los primeros levantamientos palestinos de 1919, 1920, para
leerlos en clave de intifada. Y profundiza en cómo y porqué se
explota el judeicidio, la Shoá
en hebreo (1941-1945) (más conocida como holocausto). Por eso, la
culpabilidad europea acerca de ese suceso juega un papel para limitar
el accionar militar israelí, pero sobre todo lo ejecuta su lugar
como apéndice imperial.

Presenta ese archiconocido caso
(pero en la superficie) como una pugna entre dos nacionalismos. Pero
con salvedades como la cuestión del colonialismo, que justamente
contradice esa noción tan extendida. Se trata de colonos frente a
nativos. Por eso su lucha difiere y no es idéntica su legitimidad en
la lucha armada, en la defensa de su derecho a la determinación y en
el uso de ese enclave por las potencias occidentales. Nos permite
explicar la cantidad de sanciones de las Naciones Unidas y la mayoría
de los organismos internacionales hacia la política israelí. Ese
expansionismo herramienta colonial e imperial, y por ende
capitalista, que se manifiesta hace casi dos años en un genocidio.

La potencia de Fuerza
y consentimiento
(2002)atraviesa esa noción
gramsciana esbozada en un título tan significativo. Allí indaga a
fondo el papel de Estados Unidos en el mundo por la coyuntura de
octubre de 2002. Un año después del 11/S, y a 18 meses de la
creación de la Organización de Cooperación de Shanghái.
Especifica las condiciones que permitieron a la potencia
norteamericana convertirse en una hegemonía. Analiza los planteos
del gran pensador y activista italiano Antonio Gramsci. También se
refiere el debate Kautsky-Lenin acerca del imperialismo, de la
asociación o rivalidad entre potencias.

El objetivo de este prolífico
historiador, según apunta, es “[…] lanzar un puñado de flechas
del carcaj de la teoría socialista clásica […]”. Resume, dentro
de su mirada sistémica, el renovado brío invasor que se abrió con
el nuevo siglo. Puesto en cuestión en tiempos recientes por la
recomposición militar rusa y la meteórica reemergencia china.
Aunque constante si observamos, a partir de su revolución, sus tasas
de crecimiento durante décadas, que la catapulta desde la periferia
al centro con una distribución de la riqueza mayor al promedio.

En Apuntes
sobre la coyuntura

(2008) mapea el arco de invasiones lideradas por la potencia
norteamericana en el centro de Afroeurasia. Destaca cómo en ese año
de crisis capitalista cíclica, comparable a 1929 según subraya en
su artículo más reciente (2025). Ya colocaba, casi dos décadas
atrás, la tensión EEUU-China y Rusia como un eje a mirar con lupa.
Lo explica así: “Las cuestiones controvertidas –la instalación
de misiles demasiado cerca de Moscú, acoso verbal sobre China con
motivo del yuan– persisten…”. Y agrega:

Entre las demás potencias
–China, Rusia, Japón, India, Brasil– hay escaso interés en
Oriente Próximo […] Las dos regiones más obvias que hay que
considerar son Europa y América Latina: la primera en tanto que
patria del movimiento obrero como fenómeno moderno en Gran Bretaña,
Francia, Alemania, Italia, Escandinavia y otros; la
segunda como el único continente con un registro constante de
agitaciones radicales durante todo el siglo XX
,
desde la revolución mexicana antes de la Primera Guerra Mundial y la
cubana después de la Segunda hasta las experiencias venezolana y
boliviana en la actualidad, después del final de la Guerra Fría.

Aquí vuelve a extender el
mapamundi para ir delineando zonas a las que prestar mayor atención.
Esa visión de conjunto del sistema mundial, resulta una necesidad
imperiosa para estudiar y comprender alguna cuestión, en la historia
contemporánea pero antes también.

En Dos
revoluciones
(2010),
vislumbraba: “Si el acontecimiento que dominó el siglo XX, por
encima de cualquier otro, fue la trayectoria de la Revolución rusa,
el siglo XXI estará determinado por el resultado de la Revolución
china (2010: 55)”. El autor que estamos historizando, redactó
obras clásicas como Transiciones
de la antigüedad al feudalismo
(1979)
o El estado absolutista
(1974) –publicados hace medio siglo y sin perder vigencia–. De
estos libros podemos extraer para esta investigación su planteo
sobre el modo de producción esclavista, que va en consonancia con el
De Ste Croix (también marxista británico) en su libro La
lucha de clases en el mundo antiguo
(1976).
Dicho historiador especialista en la llamada antigüedad, postula
que, si existe explotación, podemos considerar que existe una
relación de clase, y por eso advierte que amo y esclavo son clases.
En Transiciones
desarrolla la tesis de la importancia sustancial de los cambios
tecnológicos como disruptivos en los avances en los modos y las
relaciones de producción.

Volviendo a sus trabajos del
corriente siglo, en dicho artículo sobre las revoluciones en China y
Rusia, en concordancia, plantea algunas premisas para interpretar los
cambios tecnológicos. Anderson empodera el papel jugado por la
Revolución China de 1949, en el caso del gigante asiático como
también hacia el resto del mundo:

El resultado de la Revolución
china ofrece un llamativo contraste. Cuando entra en su séptima
década, la República Popular es una locomotora de la economía
mundial: simultáneamente el mayor exportador hacia la UE, Japón y
Estados Unidos; el mayor poseedor de reservas de divisas del mundo;
un país que durante un cuarto de siglo ha alcanzado los índices de
crecimiento más rápidos de la renta per cápita contando con la
población más numerosa (Anderson, 2010: 55).

Para las perspectivas sobre todo
occidentales, China oscila entre una sinomanía y una sinofobia.
Define la cuestión china de la siguiente manera:

un régimen nacido de una
revolución en un país con una población más de siete veces
superior a la de Japón, República de Corea y Taiwán juntos […].
Y como una transformación sideral que estamos viviendo desde su
revolución, ellos y quienes la estudian.

Indaga sobre dos de las
revoluciones que aun impactan en el imaginario, en lo simbólico,
pero también en lo material. Reflexiona sobre esos grandes cambios
en las placas tectónicas, sin aproximarse a esos gigantes, no se
comprende ni el siglo XX ni el XXI.

Movimientos sociales y rebeliones
populares más actuales lo llevan a esbozar el proverbial
Concatenación sobre el
mundo árabe
(2011).
El habitual colaborador de la New
Left Review
nos
orienta con el objetivo de contextualizarla en los aspectos
geohistóricos en referencia a las revueltas de 1848 y a otros
procesos revolucionarios. Pero recalca lo dicho en otros escritos, la
centralidad de la región del centro de Afroeurasia, a una especie de
nudo gordiano, de cerca de la mitad de los yacimientos de gas y
petróleo en una zona neurálgica. Y, por lo tanto, se constituye
como imán atrayente de conflictos entre potencias, para erigirse
como la región más intervenida del mundo en los siglos XX y este
cuarto del XXI.

Los prolegómenos su nuevo
artículo (2025) se encuentran en su libro Imperium
et consilium, la política exterior estadounidense y sus teóricos

(2013). Interesante el nombre en latín como conexión que se barajó
en unos momentos entre imperio romano y estadounidense por sus
características de primacía y ponderación de lo castrense. Esa
investigación lo sumerge tras las bambalinas del poder de esa nación
militarizada par
excellence
.

Ya expone allí como la OTAN pasa
a impulsar más las desavenencias con el Kremlin, teniendo como campo
de batalla las zonas intermedias. Es geografía es el terreno donde
esa organización militar se expande –como el capitalismo–, hasta
que alguna fuerza ose detenerlo. En Eurasia el hegemón militar se
empantan. Luego de dos cruentas décadas de neoimperalismo disfrazado
de neoliberalismo, no logra los objetivos propuestos, pero si
particiona Estados y genera muerte, destrucción y millones de
refugiados.

En Ukania
perpetua
(2020)
observó su país de
origen en relación al denominado neoliberalismo y los resultados
junto a las concomitancias del Brexit. La coyuntura de Reino Unido
conlleva un aspecto geopolítico a partir de ese desacople de la
Unión Europea (fusión comercial y no militar, de eso se trata la
OTAN). Eso induce a Perry a plantear: “¿qué tipo de política
exterior puede adoptar Londres?”. Una cuestión de cambio de época,
algo que se vincula con la forma en que ingresa el máximo exponente
del imperialismo del siglo XIX. Un reino que encabezó la “segunda
acumulación originaria” (según el geógrafo argentino Omar Gejo),
resolución del imperialismo decimonónico frente a la crisis
capitalista. Es decir, la expansión y colonización sobre Asia y
África, junto con Francia y las demás potencias europeas, más la
dominación geoeconómica sobre el resto.

Este longevo y activo pensador de
86 años, desde el centro anglosajón por excelencia, sintetiza: “La
economía liberal de mercado británica –léase, caída secular–
generó la doble rebelión que produjo el Brexit. Su victoria
permitió que los conservadores obtuvieran el voto de la mayoría de
la clase trabajadora.” La conformación de la Unión Europea y sus
avatares geohistóricos los había ya estudiado en su libro El
nuevo viejo mundo
(2012).
En ese trabajo, como su producción en general, explica su
conformación continental y su rol como apéndice estadounidense.
Dicho acoplamiento fungió para ofrecer contrapeso a la superpotencia
soviética. En ese texto indaga el contexto en el cual surge dicha
unificación de la península europea, de la masa Afroeuroasiática.

Un aporte sustancial a la visión
de su obra y sus posturas las resume de manera precisa el cientista
político griego George Souvlis, en su artículo Las
antinomias de Perry Anderson

(2020). Allí plantea que:

Los ensayos de Perry Anderson
muestran su deslumbrante erudición y su amplitud de visión
histórica. Pero la obra del marxista británico también se ha visto
profundamente marcada por su cambio de perspectiva política, ya que
sus esperanzas en la revolución socialista han dado paso a una
lectura más sobria de las crisis del capitalismo.

Esto se agrega a las críticas
más que acertadas del historiador marxista italiano Domenico
Losurdo, en su libro El
marxismo occidental

(2018). Su teoría plantea que el marxismo occidental no es
monolítico, como según Losurdo deja entrever P. Anderson en su obra
Consideraciones acerca
del marxismo occidental

(1979). Dicho historiador y filósofo italiano, uno de los
principales del siglo XX, señala a los marxistas europeos y
estadounidenses del siglo XX por desatender el aporte de los
movimientos socialistas anticoloniales. Algo que otro gran pensador
italiano Giovanni Arrighi aborda de manera esplendida en Adam
Smith in Beijing

(2007).

Volviendo a Perry Anderson, en La
Casa de Sión
(2016)
corrobora cierta intrascendencia de la Autoridad Nacional Palestina
(ANP), o más bien su colaboracionismo en detrimento de la causa
palestina. Demuele lo tratado en los Acuerdos de Oslo, la solución
de los dos estados. E ilustra el crecimiento exponencial de las
colonias. Pone los puntos sobre las ies al mostrar los interminables
tejemanejes entre Europa, Estados Unidos e Israel, marcando algunos
matices entre esa relación.

Pero sigue vigente la lógica de
Precipitarse hacia Belén (2001) cuando desliza que “[…] una
sociedad de colonos sin país natal: una colonia que nunca provino de
una metrópoli.” Cuestión a subrayar es que sí, la metrópoli
tiene nombre y apellido, primero se llama Reino Unido, y luego, se
denomina al responsable como su sucesor predilecto en el escenario
global, Estados Unidos de Norteamérica.

Rusia inconmensurable
(2015) es un artículo que le sirve para abordar la cuestión
expuesta en Dos revoluciones (2010). Retoma el caso del gigante
euroasiático para examinar la cuestión Ucrania y su inicio
fulgurante de 2014, que estalló el 24 de febrero de 2022. Esa
reflexión resulta necesaria, al momento, un cuarto de siglo de
extinta, por autoimplosión y otros pormenores, la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Plantea la centralidad de
la ecuación de cómo Rusia se posiciona y se ve a sí misma en la
encrucijada entre Oriente y Occidente. Marca la capacidad energética
y estratégica rusa, al estar en manos de empresas con “parcialidad”
estatal.

Anderson propone la siguiente
idea:

Que el capital privado todavía
controle la mayoría de los recursos petroleros del país hace de
Rusia un caso atípico en el mundo contemporáneo, equiparable a
bastiones de los principios de libre mercado como Estados Unidos,
Canadá y el Reino Unido, mientras que, en casi todas partes, desde
Brasil a Noruega, Arabia Saudí, Angola, Indonesia o Venezuela, la
propiedad pública es la regla. Pero la distribución de los títulos
importa menos que el cambio producido (Anderson, 2015: 10).

Esto último para continuar
echando luz a la trascendental transformación putinista. Entonces
cita al propio Vladimir Vladímirovich Putin, ex KGB, de manera
textual en un discurso de 2012:

Para nosotros, el Estado y sus
instituciones y estructuras han desempeñado siempre un papel
excepcionalmente importante en la vida del país y el pueblo. Para
los rusos, un Estado fuerte no es una anomalía que se deba combatir;
muy por el contrario, es la fuente y garante del orden, el pistón y
principal fuerza motriz de cualquier cambio.

Para finalizar, define su escrito
con la posición de Rusia postsoviética:

[…] el régimen de Putin ha
intentado montar a horcajadas sobre la diferencia entre el viejo
orden y el nuevo: buscando a la vez renovar los valores y las
orientaciones que se han depreciado pero no han perdido todo su
valor, y sumarse a los mercados que los han degradado sin someterse a
la potencia hegemónica; ese intento de nadar en el oleaje del
capitalismo financiero guardando la ropa de una administración
tutelada es profundamente contradictorio, pero también refleja la
extraña inconmensurable posición de Rusia en el actual orden
internacional en el que el régimen está atrapado sin ninguna vía
de escape a la vista (Anderson, 2015: 48).

Para reflexionar junto con este
hilo conductor de la obra reciente y no tanto de Perry Anderson
abordemos su publicación más reciente: ¿Hacia un cambio de régimen
en Occidente? (2025). Luego de su recorrido habitual, donde ensaya
sobre un amplio panorama de las coordenadas geohistóricas, lo
emprende al considerar a Nuestra América, pasando por China. Es así
que vale la pena citar su conclusión:

¿Acaso estos casos son demasiado
exóticos como para tener alguna relación con el corazón del
capitalismo avanzado? Lo que los hizo posibles fue la magnitud del
impacto y la profundidad de la crisis que sufrió cada sociedad: la
Depresión en Brasil y Argentina, la Revolución Cultural en China,
equivalentes de los golpes a la confianza occidental en sí misma
durante la II Guerra Mundial. Si la incredulidad en cuanto a la
posibilidad de una alternativa llegara a decaer en Occidente, es
probable que algo comparable lo provoque.

En sus trabajos la línea de las
revoluciones es una constante. También lo es el estudio, del poder,
de la hegemonía, de las grandes potencias y temas más relevantes
podría decirse. Es probable que pese a usar la lógica de la fuerza
y el consentimiento, uno notase cierta carencia en el uso de la
herramienta conceptual del imperialismo. Aun así, es un autor
esencial para comprender los tiempos que corren y poder
transformarlos. Se trata de uno de los más grandes historiadores y
pensadores del siglo XX y XXI. Una obra que utiliza el pasado como
gran instrumento para la comprensión del presente y viceversa, la
función de la ciencia social, o más bien la historia.

Vista esta obra magistral y
colectiva, desde Argentina, presenciamos una crisis capitalista del
declive de occidente (inexorable o no). Se avizoran burbujas a
estallar como la economía antaño manufacturera de Estados Unidos.
Reaparece la geopolítica y la importancia de la política en
colisión con la economía. Asimismo, al acabarse los territorios a
repartir estamos frente a la imposibilidad de una “3er acumulación
primitiva” como solución a las crisis capitalitas.

Nos enfrentamos a un capitalismo
financiarizado, digital que se conjuga ahora, con un keynesianismo
armamentístico recargado. Y esas transformaciones, de este sistema
autodestructivo, siguen usando como herramienta su brazo armado, el
imperialismo. Algo sintetizado en el libro La crisis del sistema
imperial (2023) del marxista argentino Claudio Katz. En ese sentido,
continúa la acumulación por desposesión, la sobre acumulación, el
ajuste espacial y drenaje de la periferia al centro.

Mientras se debate La
derrota de Occidente

(Emanuel Todd, 2024), cobra fuerza la cuestión del BRICS. Estamos
frente a una organización qué es contrahegemónica o solo no
hegemónico. ¿Se está gestando un frente antiimperialista en las
rebeliones del Sahel o en las resistencias de Yemen y Palestina?
Estas cuestiones en curso, los ejes de tensión en Ucrania, Taiwán o
Israel-Irán-Palestina y eje de la resistencia, al hacer eclosión,
puede continuar gestando, en síntesis, más guerras, más
revoluciones.

Repasar un autor que coteja de
manera tan versátil diversas y distantes revoluciones nos muestra en
perspectiva, que el poder de expansión occidental está en franco
retroceso. Veremos las resistencias desde abajo o mismo desde arriba
al imperialismo. Puede extraerse que el sujeto activo y participativo
de la historia es quien quebrará esas barreras de dominación
impuestas mediante el fusil. Eso comienza con la batalla de las
ideas.